Fui de Letras. Averigüé que debía renunciar a convivir con la exactitud cuando, a pesar de entregarme apasionadamente en el esfuerzo, no conseguí desligar mi cuenta de la vieja de los dedos de mis manos. De hecho, me reconozco como otro de esos adolescentes que aprendió a tocar la música de las tablas de multiplicar dulcemente con la flauta, mucho antes que a cantarlas con su buena letra. Fiel a mi trayectoria vital, continúo torpe pero voluntarioso con los números y obligatoriamente he de susurrarlos cuando los afilo sobre mis manos, sumido en la concentración más despiadada, al menos si lo que pretendo es acceder a su precisión inquietante con total y certera inseguridad. Repito los cálculos como quien vuelve al coche porque no recuerda si lo cerró, alejado una esquina y media larga, y hasta que no coincida la misma cifra dos veces seguidas con mi resultado, no la callo del todo en mi conciencia y vuelvo a prestarle atención al mundo pendiente. Lo peor, que si me hablan mientras sumo, me resto y tengo que volver a empezar, añadiendo mis malas pulgas, una a una, hasta el punto de partida. Y todo esto lo confieso para que cuando les afirme impertérrito que Susana Díaz sí ha conseguido la mayoría absoluta en las elecciones andaluzas, no se echen las manos a la cabeza ni me tomen por menos cuentista de lo que soy.
Dicen los que estudiaron Ciencias en los institutos de mi época que la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz se consigue con 55 diputados, en base a dividir los 109 elegidos entre dos y resultar 54,5 repasados. Dado que no hay medias personas, ni entre los políticos siquiera, serían 55 los seres humanos necesarios para conformar esa mayoría absoluta. Estamos de acuerdo. Me refería a las matemáticas y a mí, por una vez. Pero comparando los resultados de las autonómicas del 2012, en los que el PSOE consiguió 47 diputados, y las del pasado domingo, en las que consiguió los mismos, se produce mi primera discrepancia con los números. Son los mismos pero no son iguales.
En 2012, el PSOE consiguió 47 diputados, pero el PP, 50. La mayoría absoluta matemática estaba en 55 pero la real en 51. Con 51 diputados, el PSOE hubiese podido gobernar como si el Parlamento fuese de 100 representantes. Pero no los tenía, los suyos eran sólo 47. Siempre perdería frente al PP, aún con la simple abstención de Izquierda Unida. O sea, necesitaba el apoyo de IU para gobernar. 47 más doce de IU, total, 59. Cuatro más que la mayoría absoluta. Ocho más de los necesarios.
¿Y ahora? El PSOE ha conseguido los mismos, 47. Matematicamente la misma situación, pero realmente, ¿estamos en iguales condiciones? No. Está claro. Ahora el PP tiene 33 diputados. El PSOE no tiene 55, no. Pero con 43 nada más, gobernaría sin inquietarse. Si esto no es mayoría absoluta, ¿qué es? Yo creo que podríamos llamarla como segunda opción, absolutísima. Saco los dedos y me concentro: 47 del PSOE contra 33 del PP. Esta trifulca no tiene color. Rodillo para el PSOE. El PP y Ciudadanos juntos, 42. Tampoco. ¿PSOE contra Podemos? 47 contra 15. Ni cosquillas. ¿Podemos junto a IU? Poquitos, 20. Podemos, IU y Ciudadanos, no muchos más: 29. Y no hay más opciones. ¿PP con IU? ¿Y además con Podemos? ¿Y además con Ciudatans (sic)? ¿Todos contra Susana Díaz? Las matemáticas, exactas, precisas e incuestionables, dicen que esa cosa extrañísima con forma de unión imposible sería posible. Yo, con mis puñaítos aproximados, mis dedos regordetes, una calculadora sin pilas y muchísima imaginación a la hora de contar, concluyo que no. 47 no es igual a 47, no. Pura filosofía y un poquito de arte así lo indican, yendo al coche y volviendo varias veces para ratificarlo. Y Susana Díaz tiene mayoría absoluta.