No creo que la prostitución fuera el oficio más antiguo del mundo sino la forma más antigua del mundo de ser machista a la hora de inventarse un primer oficio. Se reprocha la culpa de sucumbir a la tentación de los más bajos instintos a la femineidad y se lava la mancha masculina por los siglos de los siglos. En realidad, si tuviera que imaginar una primera transacción, veo más al brujo de la tribu fumándose todas las hierbas místicas frente a la hoguera y vendiendo la información privilegiada que le proporcionaban los animales, dioses o extraterrestres a cambio de un buen muslo de cabra, bisonte o primitiva. Yo creo que ese fue el origen del capitalismo, en el que muchos se iban de caza y uno, dedicado a la vida contemplativa, la interpretaba, y no la promiscuidad, en la que ambas partes, quieras que no, sudaban a medias su granito de arena en placentera armonía. ¿Que no hay chamanes ya en occidente y sí prostitutas? ¿Quién lo ha dicho? Y Carlos Jesús, el de Raticulín, ¿qué es? Pero, aunque algunos siguen con la túnica, el tarot y la calva de melena larga, son los menos. Los nuevos adivinos y augures son más científicos, aburridos y demoscópicos.
¿No les he dicho aún que hoy he decidido ejercer el oficio más antiguo del mundo y regalarles los resultados electorales del próximo domingo averiguados a mi manera? Me he puesto los tacones, haciendo un guiño a mi peor condición machista de tantos siglos, y en el cuarto de mi hermana, que es más amplio que el mío, he puesto la estufa en medio para hacer una danza ritual en torno a su calorcito. Me tenían que ver bailando. Me falta la pipa y las plumas para conseguir la precisión que otros buscan en las encuestas. A mi no me hacen falta, ya les digo. Soy como el marido de Celia Villalobos, sé lo que va a pasar porque soy muy listo y, además, yo propiamente tengo un método secreto sobrenatural: el bacardi cola. Ya estoy concentrado. Postura de loto y les digo en un santiamén.
Primero, ¿quién va a perder? Ninguno. Ya sé que esta parte es la más fácil, que no hace falta que siga sosteniendo la bola de cristal para decirlo, que todos los partidos políticos nos tienen acostumbrados a decir que no pierden nunca las elecciones, así que no hay que tener la conexión astral que yo tengo, y por la que aún no me paga nadie, para afirmarlo, vale… Pero ahora viene la bomba: ¿Quién va a ganar? ¡Ninguno! ¡También! ¿A qué esto no lo sabían? Lo nunca visto. En estas elecciones autonómicas de la esquina, om, conectando con raticulín, ¡todos empatan! Verán como acierto, digo, adivino.
Claro que algunos empatarán menos que otros. Los peores empatados van a ser los de IU. Que ni pinchan ya ni cortarán en los próximos años. Ahí permanecerán simbolicamente para olvidarse de lo bien que han estado gobernando y devanándose los sesos sobre lo complicado que les va a resultar encontrar una cacharrería para su gran manada de elefantes resucitados. Menudo problemón familiar. Tampoco empatarán muy bien los del PP, que aludirán a que ha sido un éxito suyo que Susana Díaz no haya conseguido mayoría absoluta y quien no se consuela es porque no quiere, como segundo argumento del cerocerismo. Los terceros peor empatados serán los de Podemos. Un 15%. En medio, como los jueves, estorbando. Y los mejores empatados, serán los de Ciudadanos, frotándose los ojos por quedarse a las puertas de formar -o incluso formar con las puertas- gobierno de coalición con el PSOE, y los socialistas, que empatarán una victoria con el peor resultado de su constitucional reciente historia democrática, buscando las llaves del escaño que les pueda faltar para llegar a la mayoría absoluta de la mano de los de Rivera, en el fondo del mar -llamen a mi nueva línea caliente si quieren saber algo más sobre su futuro-, matarile rilerón.