El SOE. Voy a hablar del SOE. Ahora que son ya casi la leña que no se debía hacer del árbol caído, voy a recoger una ramita, del laberinto del jardín en el que se han metido, para poner una lanza a su favor y desearles suerte. Corre que te corre. Antes de que se extinga del todo su aliento, ay, madre mía. Casi me dan ganas de persignarme al mencionarlo en mi rinconcito lastimero de las siglas marchitas, qué nostalgia. Cuánto será mi desánimo de corazón partido que me chorrea enterito su recuerdo, como un michelín pasado de mantequilla que desde las caderas gotea en mis pantorrillas –perdón por el pareado pero se hacía necesario por su mugre- y, por más que me empeño en recogerlo de su charquito pringoso, no consigo abarcarlo del todo para untármelo de nuevo en esa fe que me movía las montañas. Más quisiera. Maldito Blandi Blup, que me confirmó la existencia de texturas incuestionables para mis flotadores.
El SOE para siempre, el que se zampó a la UCD, era un salvavidas que se empezó a acabar, también para siempre, con los casos de corrupción a la carta que convirtieron a Felipe en el consejero atrapado en la puerta giratoria de la cabina de José Luis López Vázquez, de la que aún no ha salido. Y de las cenizas de aquellas chaquetitas de pana bien dobladas, estos tristes lodos. Pasamos al bipartidismo para siempre, que Pedro Sánchez lleva camino de erradicar, también para siempre. Aunque no será recordado como el protagonista del desastre pues, como Teruel o Borrel, de aquí a la esquina del olvido en un santiamén (perdón, perdón, me salen solos).
El Partido Socialista, PSOE para los íntimos, se hizo el harakiri por el buen talante del estadista Zapatero. Ese sí. Y en aquel ritual de mártir de la democracia le salió inesperadamente la UCD por la barriga, como al lobo la abuela en el cuento de Caperucita. Pero esta Caperucita Roja de Zapatero dejó de ser Roja de inmediato por las exigencias del guión de la crisis y, en cuanto a la abuela, comprobó sorprendidísimo, que era igualita que la señora Merkel con un plan de austeridad bajo el brazo. En aquella tesitura de Zapatero junto a los hombres de negro enviados por la alemana, descubrimos que lo del pipí de colores en la piscina era verdad. A ZP se le vió el marrón incontinente fluyendo a borbotones sin parar desde la reforma del artículo 135 de la Constitución. El que Pedro Sánchez votó, insinuó eliminar, horas después dijo que reformaría y que finalmente dejará como está porque nunca será candidato a presidente en unas elecciones generales y mucho menos a ganarlas.
Decía que tiene mérito persistir en el PSOE y habría que reconocérselo a los que lo resisten. Eso de vivir en plena contradicción con los propios ideales por “cuestiones de Estado” permanentes, menuda cadena perpetua, espero que revisable. De izquierdas, republicanos y federalistas, nada más y nada menos. Qué esfuerzo contra natura por esa obediencia debida a no se sabe qué interés común e inevitable del que ellos saben tanto.
Y mientras, Sánchez ha dado el golpe de gracia al partido en Madrid, totalmente a la desesperada, intentando recuperar a la fuerza un crédito imaginario, en el que ya muy pocos confiaban. No le ha importado ningunear a la militancia para derribar a dedo al elegido en primarias. Y Zerolo, que afortunadamente disimula peor que los demás lo de ser de izquierdas y progresista se propone de candidato a unas nuevas primarias. ¡Pero si ya se han hecho! ¿Se repiten hasta que valgan? ¿A quién?