Dijo ayer el alcalde que su proyecto del Pompidou es barato. Y lo comentó durante un Pleno sin documentación ni explicaciones suficientes pero que cumplió con su objeto ejecutivo, que consistía en aprobar un incremento presupuestario de 1,89 millones de euros en el coste de las obras. Él no entiende que haya malagueños que no vean el asunto con su clarividencia. El Pompidou es una joyita sin parangón en sus manos de coleccionista experto y cueste lo que cueste, considerará que vale la pena anunciarlo en los touroperadores. Así lo explica sin medianías, por si nos cabían dudas o nos inmovilizaba la ignorancia: «no existe en España ningún proyecto de esta envergadura que haga más por menos”. Este argumento suyo vehemente y poseído por la verdad más peligrosa, por absoluta, se complementa con una conclusión que parece haberse hecho a toro pasado, cosechado el éxito y repartidos los abrazos. Dice: “En lo ecónomico hacemos un esfuerzo muy moderado con un resultado extraordinario». ¡Cáspita! Lo que tiene el alcalde es otro ataque de fe ciega de esos que cada vez sufre con más frecuencia. Tanto es así, que no habla de magníficas expectativas sino de “resultados extraordinarios”. Y eso, tras lanzarse a unas obras sin permiso, haber convocado un concurso de servicios acortando los plazos hasta hacer imposible su cumplimiento, y haber calculado el coste de las obras por debajo de su precio. O sea, con prisas.
De la Torre afirma que el Centro Pompidou es un proyecto barato. Un «proyecto de prestigio que permite poner a Málaga en boca de todos por su relevancia». No quepo en mí, de acuerdo e identificado con su estado de euforia. El primer Centro Pompidou fuera de Francia, en Málaga, dice mucho y bueno de nosotros, al menos en principio. O los hemos engañado, con lo que seríamos más listos que ellos, tierra trágame, o damos el pego como ciudad mucho más atractiva de la que asumimos, de cara al exterior. ¿Qué habrán visto los responsables del Pompidou en Málaga? ¿Previsión, futuro, planificación, seriedad, ganas, oportunidad? Creo que ofrecemos una oportunidad. La ofrecemos y la necesitamos. Y se me ocurren dos formas de subirnos a ese tren: una, dejándonos el alma a toda costa para que no se nos escape, dispuestos incluso a improvisar una carrera o dos, o a pagar el billete de quien se cruce en nuestra vía libre o, dos, mirando en el ticket la hora, el andén y el vagón y subiendo a su momento, por el lugar adecuado, despacito y con los deberes hechos. Y, ¿por qué será que en este asunto me siento siempre con la lengua fuera? Por ejemplo, el Pompidou de Málaga es el único Museo que conozco con dos nombres distintos, según en qué ciudad se hable de él. Si es aquí, se llama Centro Pompidou Málaga. Si es en cualquier otro sitio del mundo, Centro Pompidou Provisional Málaga. ¿No queremos recordar que es una sede provisional? Esa idea nos impone llevar esa lengua fuera otros cuatro años, como mínimo. El Pompidou sí pero después del Pompidou, ¿qué? ¿Dónde está el proyecto de futuro que lo sustituya? Una inversión permanente puede ser barata, según qué criterio pero, ¿con fecha de caducidad también? Cero euros de gasto para un agujero donde hubo un gran museo, ¿no es carísimo?
Don Francisco dice que el Centro Pompidou Provisional de Málaga nos sale barato. Baratísimo confirmo. Está tirado a cinco o, a lo sumo, diez años vista. Tirado y echado a bajo, vamos. El Pompidou, bueno, bonito y barato, sí. El que nos sale caro es él. Don Francisco de la Torre es un lujo muy caro para una ciudad tan pobre, me parece. Como los buenos vinos. Más y más caro con la edad. A ver si no vamos a poder permitírnoslo. El Pompidou, digo. Al menos el Pompidou, decía, ya casi susurrando y con miedo a ser aún, dios me libre, peor pensado.
Son unos sin verguenza!!! De verdad tenemos que ir hasta los franceses para que Málaga se convirte en una verdadera capital cultural.No tenemos ya en casa a artistas, jovenes y no, reconocidos a nivel mundial. No tenemos proyectos muchos mas interesantes para la ciudad, para los malagueños. que seguir hacer cosas, gastando dinero de los contribuyentes, solo para los turistas. De verdad que estos políticos viven en un mundo paralelo