Iba a decir que los mercados gourmet están de moda. Pero me da vergüenza. Porque lo que pretendería decir, en todo caso, es que están de moda en Málaga y demodé donde los inauguraron hace unos cuantos años y ya los clausuró su ruina (o, en el mejor de los casos, sobreviven con más nombre que salud en su balanza de pagos). Aunque puede que aquí funcionen, no quiero ser aguafiestas. Supongo que habrá algún emprendedor sagaz que se los haya imaginado fulgurantes, entre luces de neón. Lo temible es que no los haya y que la idea parta de la iniciativa pública, tan torpe cuando juega, desmedida, a ser moderna o empresaria, y se pasa de largo.
No sé la retahíla de años que hará que oí por aquí y por allá comentar la feliz idea que sería montar un mercado como el madrileño de San Miguel en el de Atarazanas, a lo que replicaban los entendidos que ese estaba desfasado y que el que había que calcar con nuestra gracia y donaire sería el de San Antón, en una nueva plaza postmoderna. Un pasito más lo daban los expertos, señalando el de Córdoba como el más elevado y en la tele se veían reportajes sobre los más apreciados en aquel momento incipiente, los de Barcelona, que eran los que yo me apuntaba en la agenda de mis medias falsedades, como los que había visitado y más me habían satisfecho el gusto relamido. Qué bien se come en La Boquería. Y lo magníficamente que se compra en Santa Caterina… Hasta a Pamplona le salió el suyo de diseño en el Ensanche, que lo vi en Canal Cocina, ahora que me acuerdo… y así, el acné gastronómico se fue propagando por las capitales españolas más vanguardistas con la rabia que suele darnos a los impacientes de aquí, desde el andén de los adioses, que nuestra ciudad no se suba casi nunca a tiempo a ese tren iluminado. Ni uno. En Málaga no abrimos ni un mercado con puestos pijos y comiditas estupendas, y aunque vaya camino de ello, en Atarazanas los puestos de pescado aún venden pescado y no bandejitas de sushi…
Así, el Mercado de la Merced ha seguido siendo el Mercado de la Merced a medio camino de vaciarse de inquilinos, y mientras han ido decreciendo los números del invento ingenioso en Valencia, Bilbao, Sevilla, Córdóba, Barcelona o Madrid. Y con el mismo retraso con el que llegaron las latas de coca-cola a Málaga, las pizzas o el sushi, empezó a hablarse en esta ciudad rezagada del Sur de Europa de la esquina del Muelle 1 como posible diana gourmet, incluso del Astoria, para quitárselo alguien de encima, o de lo difícil que seguía siendo montar la de San Quintín en el mercado del supermercado y la comisaría que se llamará Picasso en algún momento, cuando se declare lugar de tapeo y compras y recemos todos a una para que arraigue como la chispa de la vida, la de cuatro ingredientes o el wasabi, más vale tarde que nunca.
Ahora sí. Todos a una, como los mosqueteros, en cuatro sitios y a la vez, el 2015 se presenta muy gourmet para el Astoria, el Mercado de la Merced, la Plaza Gastronomía (en la de toros) y el Mercado Mediterráneo Balneario del que empieza a hablarse para Los Baños del Carmen cuando aún no se ha deshecho el entuerto de quién tendrá el derecho de explotar el preciado paraje urbano. Y yo que soy poco confiado, no puedo dejar de pensar en el pequeño Nicolás negociando con sus no tan pequeños aires de grandeza sobre quién se va a quedar con la explotación de las terrazas. Ay, Zapata, ¿qué fue de tu lindo mercado gourmet?
Cuando las mandíbulas se baten en delicada molienda, los vates no pasan de los tercetos y las colas femélicas son el contrapunto. Eso de gourmet suena a estómago de Manhattan, a digestivo residencial con verja, piscina y foresta en donde los pajarillos estudian solfeo. Pienso en la ideolofagia gourmetista y de repente se me representa Diego Cañamero, como una negación de la élite de los manteles. ¿De la ocupación de las fincas a la ocupación de las mesas? El derecho a comer no con casa con el gourmet. Pasar del mercado de abastos a un mercado abastecido de sibaritas de yantar frívolo y diseño que hace ilu, es un cambiazo en todo regla. Los mercados de toda la vida eran lugares donde la gente, si pillaba de buen grado al mercader, compraba fiado. Pero estos nuevos mercados… De pequeño me críe en el Mercado de la Merced, estaba lleno de personajes, de gente que ya no está, era una escuela de víveres. Pero lo tiempos cambian y a lo mejor la dicotomía va a quedar entre puestos pijos y puestos de auxilio social. J.J.