El PP malagueño me ha subido un poco la moral esta semana. El brindis al sol en su arranque público de campaña de cara a las próximas elecciones municipales de mayo de 2015, que los reunió en el Muelle 2 el pasado domingo, sirvió para recordarme que estamos mucho mejor que hace 40 años. Destacó Bendodo, con razón, la evolución de nuestra ciudad en las últimas décadas, y esta transformación se debe, según manifestó en sus declaraciones a la fundamental aportación de quien se presenta por su partido a la reelección en la alcaldía malagueña. Lo expuso así: “en Málaga, la transformación tiene nombres y apellidos: Paco de la Torre». Y también lleva razón. Sin quitarle mérito a Luis Merino, Celia Villalobos o Pedro Aparicio, la democracia transformó para mejor nuestra ciudad en lo que ahora es. Para Bendodo, “una ciudad pujante y referente”. Ya avisé que me subió la moral. No obstante, me pregunto si es pujante y niego, sin dudarlo, que sea referente de nada ni nadie, a no ser que hablemos de emociones, amores ciegos y otros sentimentalismos subjetivos a los que, por otra parte, no pretendo renunciar. Málaga puede ser el referente de nuestra nostalgia, claro, pero de nada más. Aunque no creo que fuese a eso a lo que se refería el Presidente la Diputación Provincial y del PP malagueño. Yo sólo me pregunto cuántos museos de los que ahora se abren permanecerán en pie dentro de 20 años o ¿qué será de las Nuevas Tecnologías sin Mario Cortés? Yo, ni sé ni contesto.
El discurso del PP malagueño para esta campaña municipal me gusta en lo concerniente a la parte optimista que conlleva. Es como si hubiesen borrado 10 años deprimidos de un plumazo. De hecho, Elías Bendodo hablaba de lo que había mejorado la ciudad en los últimos 20 años. No de 30, ni de 40. Desde hace 20 años, decía. Pues no tanto, la verdad. Desde 1994 a la actualidad, no hemos cambiado en tan gran medida. De hecho, si atendemos al presupuesto municipal para el próximo ejercicio, 2015, encontramos 58 millones de euros en inversiones; y si bien es cierto que sube un 10 por ciento con respecto al año anterior, la partida no da para la euforia con que ha sido difundida, pues se sitúa, precisamente, a los niveles del año 95. Por eso digo, que si no diez años, siete sí los han eliminado de sus cuentas de pujanza de ciudadana. No estamos en 2007, no. Y desandado el camino, mejor compararnos con el 74 que con el 84, ya que el 94 puede ser más conflictivo a la hora de medir y el 2004, ni te cuento…
Francisco de la Torre también parece que ha olvidado la cruda realidad de los números actuales. La que nos retrotrae a peores índices económicos que en el 94. «Hemos conseguido que la ciudad sea potente, una ciudad cultural, tecnológica, innovadora y emprendedora», manifestó el pasado domingo. Y no sé en qué ciudad está pensando. ¿La privilegiada? ¿La que sale al centro a tapear y llena sus terrazas cada fin de semana? ¿La de las compras en Calle Larios? Esa es real pero sólo a medias. Pertenece a la mitad privilegiada que puede permitírselo. ¿Y la otra mitad de sus conciudadanos, los conoce? ¿Forman parte también de su concepto de ciudad potente? Le aconsejaría que fuese a algo más que a dar la mano e irse corriendo al siguiente acto, a alguno de los barrios marginales que gobierna. Que fuese a pasar un día a la Palma-Palmilla, a comer en un comedor social o a dormir en casa de alguna familia a punto de ser desahuciada de Bailén-Miraflores para “escuchar, compartir y proponer” algo. ¿Creen que exagero? 234.800 malagueños –el 42% del total- cobran menos de 645 euros al mes. Son pobres. Muy pobres. Y muchos. Muchísimos. Otros 60.000 más, cobran menos de 1.000 euros mensuales. Los malagueños estamos a la cola en cuanto al sueldo. Ocupamos el puesto 38º a nivel nacional. Y no voy a comparar la partida del presupuesto dedicada a la política museística con la designada a Bienestar Social porque se me olvidaría la pizca de alegría con la que comencé este artículo. ¿Cómo hemos evolucionado en los últimos 20 años? ¿Comparados con la crisis del 93? Pues no sé qué decirles.
Extraño “cuánto” ese de atribuirse los méritos transformadores. No se trata de argüir que la diferencia es de nuestra autoría, sino que lo que no éramos y ahora somos es criatura nuestra. Hola Narciso. Desde cuándo una transformación tiene nombre y apellidos, con excepción de la sangre de San Genero; pues las grandes obras novísimas pertenecen a fuerzas colectivas, a muchos juntos y construyendo. Poner un nombre a algo que afecta a la civitas y darle nombradía, está más cerca de la hipérbole que de la purista descripción. Los autores serán los malagueños, los empresarios, los políticos, la providencia… Autoría dividida, o proindivisa si se quiere, pero no nominalista ad personam, que esto no es una película con sus créditos cayendo en catarata de pantalla. Y eso por lo que respecta al quién. Por lo que respecta al qué, el listado de méritos es opinable, a veces inopinado, otras veces esto o aquello, ya se sabe, gobiernos y oposiciones defienden lo mismo y lo contrario según les toque el papel de la trama histórica. Tengo la sensación de que los museos son instituciones para los visitantes, que los buscan con mapas en esta ciudad del Sur de Europa (estribillo), mientras que los aborígenes buscan sin mapa el Norte que los oriente. Saludos