He leído sobre la existencia de una encuesta a nivel mundial que nos deja bien parados como ciudad y estoy por dar saltos de alegría. Se trata de un sondeo realizado por la empresa española Indra en 234 ciudades de 32 países en 4 continentes y que señala en sus conclusiones que “Málaga destaca por ser una buena ciudad donde vivir”. No me había visto en otra así, que yo recuerde. De hecho, suelo saltarme cualquier estudio comparativo por temor a indignarme con los árbitros científicos de la estadística, que tanta manía nos tienen cuando se trata de medirnos con precisión y exactitud, sin permitirnos colocarnos de puntillas, ni dejándonos tampoco exagerar libremente, menoscabando así nuestra idiosincrasia y contaminando, por tanto, los resultados.
Un malagueño es como se siente y como lo cuenta. Y si se lo cree, es ley. Y si el científico dice que mido 1´77 centímetros y yo digo que 1´80, no miento, redondeo estirándome. Y si digo que 1´85, exagero un poquito, como buen lugareño, pero lo consideraré real mientras me dé la gana sin que me quite la razón ningún maleducado que con un metro me contradiga, hasta convertirnos en los más altos de España si hiciera falta, por convicción, y no en los más bajitos, como dice el tontolaba de la encuesta sin alma. Porque a un malagueño sólo hay una cosa que le moleste más que oír a otro conciudadano destacando las virtudes de nuestra ciudad, y es escuchar a un forastero criticándolas. ¡Qué coraje¡ “Pues vete, si no te gusta”, es el comentario habitual, de intolerancia y lógica aplastantes, a partes desiguales.
Pero no es el caso, ya digo. Al muchacho de las entrevistas de Indra le hemos caído bien y nos apunta buena nota. Aprobamos cinco de siete. Si en el resto del mundo se tardan 46 minutos, por ejemplo, en llegar al trabajo, en Málaga, 24 –aunque algunos lleven años dando vueltas-. Además, nos sentimos seguros, estamos satisfechos con la sanidad, también con la respuesta del servicio de emergencias y hasta nos gusta la administración electrónica. Somos unos hachas, muy por encima de la media en todo eso, y lo digo gesticulando con carita chulesca y limándome las uñas. Ahora mal, suspendemos la de siempre, la limpieza, y una nueva: la sostenibilidad. Aunque dice el informe que lo de la sostenibilidad no importa porque Indra nos lo arreglará, qué majos: “la participación de Málaga en el proyecto Ciudad2020 de i+d servirá para mejorar la sostenibilidad”. Total, que somos unos privilegiados. Lo de la limpieza lo solucionará Francisco de La Torre cuando abra el Museo de Museos en el Astoria y el de las joyas en Tabacalera, o sea, pronto, cuestión de prioridades y de sujetarnos y sostenernos, se encargará Indra o Mario Cortés, el de las Nuevas Tecnologías, o ambos si hiciera falta, para convertirnos en perfectos, modernos y silenciosos, como el aire acondicionado.
Los resultados, como supongo que imaginan, no responden a valoraciones objetivas, sino a la opinión de los entrevistados sobre su propia ciudad, lo que no nos quita mérito, sino que lo añade, a tenor del afán crítico malaguita del que ya he hablado. Tampoco hay que dar demasiada importancia a que el total de encuestados hayan sido 2.123 voluntarios online -¿10 por ciudad?-. Puede sorprender, o incluso estorbar un poquito, que el título del estudio –no sé si científico- sea “Encuesta Global sobre el Estado de las Smart Cities”, en lugar de “Mejores ciudades en cuanto a su calidad de vida”, que sería un titular más propio y ajustado a la realidad en cuanto que se trate de valorar nuestra queridísima ciudad del Paraíso… En definitiva, me dan igual los medios. Con la feria cruzada y septiembre encima, pensando en lo que nos queda por vivir en este periodo preelectoral de Cubos, rusos y tabacaleras, lo que quería decir, me vale y me animo conscientemente a subrayar es que estoy de acuerdo con la conclusión del sondeo: “Málaga destaca por ser una buena ciudad donde vivir”. Aunque dé gustito quejarse.