Suburbano

23 Jul

El otro día alguien me dijo que podía coger el metro para ir a no sé dónde y me pareció raro. Como que no me hago a la idea. De hecho, me produce cierta sensación vertiginosa, como si fuese el personaje más asombrado en alguna novela inédita de Julio Verne. Me temo que el recuerdo de la ciudad sin suburbano se convertirá en batallita más pronto que tarde. Como me pasó con el lenguaje de los números, recién llegado el euro, que desbocó mi sistema clásico decimal. Ahora hablo los dos idiomas monetarios aunque pienso en pesetas y usando los dedos, como si fuera una lasquita de jamón de Pujerra -que está riquísimo, no dejen de probarlo-. El euro lo mido en medias docenas, como todo el mundo de mi edad, y agradecido a los criadores de gallinas por la ayuda consuetudinaria prestada en tan difícil tránsito neurológico. Pero eso no lo entienden adolescentes ni universitarios. Así que disimulo la cuenta de la vieja para no señalarme cuarentón o aún peor, cincuentón. El Metro es a la ESO como el tren de cercanías a la EGB. Que no me explico cómo se iba antes a Torremolinos.

Ahora dicen que hay unas jornadas de puertas abiertas en el Metro y que si las marcamos a boli en el calendario de un coleccionista o guardamos el periódico del día en una carpeta de fondo de armario, como una reminiscencia pret a porter, durante años, nos dará para contar cómo era la ciudad cuando se nos gaste la memoria, si es que la encontramos. Metro de Málaga, sociedad concesionaria de la Junta de Andalucía, anunció una campaña de puertas abiertas que se inició el pasado lunes, y que concluirá el próximo viernes, 25 de julio, en las estaciones de la capital malagueña en uso -Ciudad de la Justicia, Portada Alta, El Perchel y La Luz-La Paz- cuyo objetivo consiste en que los futuros usurarios se familiaricen con este sistema de transportes antes del inicio del funcionamiento y «empiecen a conocer el uso de las máquinas de auto-venta de billetes, así como el de las validadoras, también conocidas como tornos, que dan acceso a los andenes”, según han precisado a través de un comunicado la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía. Qué mal trago que den clases de cómo se sube uno al monstruo. ¿Será tan difícil?

Lo que parece es que una ciudad moderna se nos ha echado encima, de un día para otro y sin que yo me creyera que después de tanto tira y afloja político, ruina de comerciantes dañados colateralmente, recogida de firmas carnavalescas y proyectos de paseos peatonales y tranvías varios, fuese a llegar, o tan pronto, a buen puerto. Bueno, al puerto no llega aún. Y tan pronto no ha sido… Ocho años de obras, seis anualidades de retrasos y varios anuncios incumplidos de apertura en este tiempo, no han dado para más. El 30 de julio se acaba estar a puntito y empieza la nueva era del transporte público malagueño. Como en Blade Runner, pero por abajo. Ochocientos millones de euros después -133.000 millones de pesetas usando la tabla del seis y el jamón-, cifra que duplica la prevista en un principio, a lo que habrá que sumar el coste anual de explotación que no cubren los ingresos por la venta de billetes y que deberán sufragar las administraciones públicas –o sea, sus contribuyentes-, helo aquí. El tan demandado y necesario metro malagueño llega a tiempo de que botemos agradecidos y votemos obedientes. Desde la Carretera de Cádiz a Teatinos, a superar la claustrofobia de la crisis y el 40% de desempleo con este flamante regalito de IU, que ni el Aeropuerto de Castellón, pedazo de metro que meternos entre pecho y espalda para acabar de pagar sin prisas, cortesía de la Junta.

Y yo que estaba aprendiendo a manejarme con lo de las bicis municipales y me creía muy moderno y jovial… Seré anticuado…

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