Hoy se tapaba el agujero que nos ha dejado Caneda en el gobierno municipal. Se trataba de disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado para asignar las concejalías de la mente y el cuerpo que dan sentido a la filosofía de nuestra ciudad: om, en postura de flor de loto. Espero que Don Francisco haya acertado otorgando la responsabilidad de la educación y el deporte a uno o dos concejales bien educados y muy sanos deportistas, aunque a priori, lo son todos. A decir verdad, a falta de estudiármelo en internet, no sé qué competencias puede tener un ayuntamiento en Educación. No imagino un concejal con una responsabilidad tan sosegada. Eso le andaba que ni al pelo al señor Briones. Quedaba bien donde se le pusiera arregladito. Lástima que la ley no lo entendiera y tuviera que irse por delegado, pues ahora nos vendría de perlas, la verdad. Calladito, reflexivo, sin carisma de delfín: estupendo. Pero no está. Y supongo, que la Educación la habrá empaquetado el alcalde con otros deberes, para un concejal de distrito tranquilo y plano, que no llame mucho la atención.
Lo mismo diría del deporte si no fuera porque Caneda se rodeó en esta parcela de empresarios con gran destreza en las leyes de mercado, dispuestos a convertir a Málaga en la capital europea del deporte en 2026 si lograran conchabar al alcalde. Como pongan a un jovenzuelo despistado al mando de las carreras por los paseos marítimos, las piscinas y los triatlones, los directores generales y coroneles leonados, se lo zampan de un bocado sin darle tiempo, siquiera, a colgarse la primera medalla. A fin de cuentas, el mundo raqueta es el del pelotazo a día de hoy, a falta de otros derroteros más victoriosos. Pesetilla a pesetilla, el negocio de las migajas legales está en las concesiones polideportivas. Es algo así como el urbanismo de los pobres.
Pero los que estarán poniéndole a estas horas una velita a todos sus santos son los elegidos para desempeñar los puestos de mayor responsabilidad en el Turismo y la Cultura del municipio. Sustituirán por un lado, al añejo proyecto turístico canedista y, por otro, y lo que da aún más miedo por su vigencia y brío, continuarán con la política cultural delatorreriana, que a diferencia de lo que aún no han conseguido los tiburones del deporte, sí obtuvieron en su día los avispados de la cultura capital que, prometiéndole el dorado, se llevaron el gato al agua. Ahí sigue Don Francisco, buscando oro obsesivamente, malditas gemas, augurando un futuro más que brillante, brillantísimo. ¿Es que no lo veis? Cosa más clara no se ha visto, a no ser lo bien que estaría el río, si le hicieran caso, embovedado…
Ardua tarea tendrán por delante los nuevos concejales de Cultura y Turismo por ser estas dos áreas coincidentes en pretender hacer de nosotros lo que no somos. Porque una ciudad de compras, estaría fenomenal. Pero desgraciadamente, esa no es la nuestra. Como tampoco lo es la de los cultos inquietos donde, por no haber, ni parques con jovencito y libro leyendo literatura universal bajo una sombra existen. ¿Alguien ha visto alguna vez un lector en un autobús malagueño? ¡Que no! Pero si no esas, sí tendremos otras virtudes. No estaría mal probar a mostrarnos como somos. Tal vez no tendríamos de qué avergonzarnos. Y sí afán de mejorar, despacito. Primero creamos interés por un museo y después se abre, para usarlo. O primero creamos el mejor museo y después… después… ¿después qué? ¿Qué hacemos con él? ¿Vendrán suficientes turistas, no digo para llenarlo, para justificarlo? ¿Alguien le ha dicho al alcalde qué porcentaje de público local, como media, visita los museos de las ciudades con verdadera tradición cultural? Y sin ese sostén de malagueños en cola, ¿qué recurso nos inventamos para mantenerlos, no sólo económicamente, incluso socialmente?
Poner floreros ante los solares, falsos uniformes a los cocheros, guetos que aparten a los jóvenes de las miradas de una feria perfecta y utópica… es lo que les toca aprender a hacer a los nuevos concejales, en poco tiempo.