Leí la semana pasada, con demasiadas prisas tal vez, unas declaraciones del concejal de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Málaga, Francisco Pomares, en las que se refería a «un grupo organizado e inteligente; mujeres que son espabiladas y que tienen capacidades para saber lo que tienen que buscar» y que supuse al ojearlo, a salto de mata, que se refería a la clase política. No obstante, que señalara tan específicamente a las mujeres, con una concreción más cercana a su sexo que a su género, me hizo dudar, al menos en principio, de esta primera impresión. ¿Sería discriminación positiva en el lenguaje del edil? ¿Deformación profesional por el cargo? ¿Todos y todas ya no vale? ¿Ni la arroba –esta parte sería de agradecer-? Recuerdo que además aseguraba el señor Pomares que el mayor problema de los -¿las?- que ejercían esta profesión radicaba en que «no querían moverse de su entorno». Esta afirmación, si no definitiva, me resultó aclaratoria: ¿qué profesión hay en la actualidad cuya mayor preocupación pueda llegar a ser no moverse de su entorno? Hablaba de los políticos… ¡Seguro! “Esas espabiladas que saben lo que tienen que buscar”… Los políticos –¿gays?-… “Si existe en el polígono una parcela que reúna los requisitos, ellas la encontrarán”… ¡los políticos recalificando terrenos! ¡Claro! Se acabaron mis dudas. ¿Que la política no es una profesión? ¿Quién lo dice? La política es el oficio más antiguo del mundo…
Las espabiladas que saben lo que tienen que buscar, sobre todo después del terremoto de Podemos en las elecciones europeas y que la prensa ha bautizado como segunda transición, creo que empiezan por Susana Díaz. No aspirará a la secretaría general del PSOE en el congreso extraordinario previsto en julio porque quiere dar estabilidad política a la comunidad andaluza y para cumplir «con la palabra dada». O lo que es lo mismo, no quiere enfrentarse a Madina, perder, y tener que volverse a palacio sin el cartel de nueva promesa invicta de la política socialista obrera española. Acongojadilla o bien aconsejada, según se mire. Apuesto personalmente por la primera opción a tenor de su pronunciamiento gratuito sobre las abdicaciones y la esclavitud de voto. Si no más guapa, calladita se está más lista, por si algún vaivén precise de una actuación rompedora como adalid de la nueva izquierda progresista y juvenil, protagonismo especialmente indicado para no retratados –retratadas, perdón, señor Pomares-.
Pero el despabilamiento le ha llegado también a IU, que de tanto crecer despacito, se ve casi ya con la escoba del curling, arañando los últimos votos de indignados. Dice el portavoz de IU en el Parlamento Andaluz, José Antonio Castro, que si hace falta, Alberto Garzón se deja coleta. ¡Pero ya! Andan determinando qué modelo de primarias se realiza a nivel nacional, con el objetivo de que sea «lo más participativa y eficiente posible», según él, y lo más parecida a lo que haga Podemos, digo yo y añado: ¡si no puedes con tu amigo, desúnete de él!
Y por último, y no por ello menos importante, siguiendo el argumentario de Pomares de, “dadle un mapa a un político y dejadlo sólo, que es muy espabilado y se buscará la vida hasta recalificar un polígono”, o algo parecido si no soy muy torpe, le toca el turno a Don Francisco, que también se ha puesto manos a la obra ante la llegada de su segunda transición. A él no le preocupa tanto el lobo Iglesias, como lo del agua que, según afirma, le ha pasado factura. Creo que lo dice tras unas cuantas vueltas por la rotonda del Jeque, muy desorientado. ¿Y el Astoria, y Tabacalera, y la Prisión Provincial y las razones humanitarias de los sueldos de sus hombres de confianza? ¿De verdad pensará que no le desgastan? Escuche a Pomares y espabile, hombre… que ya nadie lo tiene hecho: la inercia ha muerto.