Esto va viento en popa. Saberme perteneciente a la región europea con más paro de Europa no me va a convertir en derrotista con toda la Semana Santa que me queda por delante. Y por detrás. Y rodeado. Los del informe de Eurostat serán muy listos con una calculadora en la mano pero bien tontos sin ella, por lo inoportuno de criticarnos cuando nos enardece el espíritu místico cristiano. Andaluces apasionados en la devoción e incontinencia en la soberbia van íntimamente unidos en esta semana de emociones tan encontradas. Tanto que no sé si estoy triste o contento por la gracia o por desgracia. Pero orgullosísimo de lo que sea, eso seguro. Qué me importará a mí ahora que me digan que los números no son cuestionables, cuando lo que domina mis emociones son unos tambores a flor de piel y unas cornetas desafinadas. Anda ya. 36,3 por ciento de paro. Y, ¿a mí qué? Andalucía es una cuestión de fe. Pero Málaga, un milagro.
El verdadero prodigio de esta Semana Santa es que haya otros responsables con otros números más católicos para nuestros intereses, con la que está cayendo: Málaga es la provincia de España con mayor subida en pernoctaciones en lo que va de 2014. A la ciudad tampoco le ha ido mal la temporada baja y han crecido un 14 por ciento los turistas que se han alojado en nuestros hoteles desde noviembre hasta febrero. Es un hecho que la Costa del Sol afronta la Semana Santa con perspectiva de crecimiento debido al buen tiempo, hasta el punto de que los hoteleros hayan elevado sus expectativas para las fiestas por primera vez desde la crisis. Prevén un 5% más de ocupación que el año pasado. A las buenas noticias del corto plazo se suma la llegada de 12.000 cruceristas mañana, Jueves Santo.
Olé. Todo esto es estupendo. ¿Será por el buen hacer de nuestros responsables políticos? ¿Por los Museos de D. Francisco? ¿Por los viajes de Caneda? ¿Por la labor de Izquierda Unida al frente de la Consejería? ¿Por el Patronato de Turismo? ¿Por los Congresos excelsos que tan bien organizamos? ¿Por la Gran Senda y los fondos transfronterizos? Yo creo que, a pesar de alguno de los que celebran su éxito político, todo irá bien mientras Amón nos cuide y haga calorcito, el alcohol siga siendo barato y las playas no se sequen. Porque, ojalá me equivoque, me cuesta imaginarme un turismo distinto, con más inquietud cultural que el que nos visita, que entienda que pueda haber 16 cajas vacías de pizza familiar y otras 19 medianas, acumuladas a montones caóticos en el basurero ilegal en el que se transforman nuestras calles más emblemáticas del Centro durante la Semana Santa. Esa imagen vergonzosa no ocurre sólo en las callejuelas orinadas más apartadas, sorpresa de curiosos caminantes sin una guía de viajes que los invite a encontrarse imprecisamente, sino incluso en las plazas más turísticas y poco reivindicables de nuestra Historia por contar. Frente al Teatro Cervantes, en la Plaza Jerónimo Cuervo, un lunes Santo, a la 1 de la mañana, bolsas de botellón, vómitos de rabia y huellas de barbarie. Eso es lo que se regala en los folletos turísticos de cada feria del ramo en la que se buscan nuevos visitantes. ¿Qué turista de Congresos pensará organizar uno en esa ciudad aún por romanizarse?
La culpa se reparte. No es sólo de los reyes de la casa, adolescentes tardíos a los que la madre les hará la cama hasta que cumplan los 40. Ellos no saben qué hacer con la basura que no pueden comerse si no se lo ponen fácil. Los mayores culpables del sonrojo por el que tienen que pasar los que nunca han roto un plato sin recogerlo, son los que dejan por su falta de previsión que se colapsen las poquitas papeleras del entorno. Los que proyectan un centro sin contenedores que no afeen el cartonpiedrismo que propugnan. En fin, la culpa es de los que planifican de manera tan cara como ineficaz, la limpieza de esta ciudad.
Bendito sol, que no te apagas.