Ayer se dio a conocer otro brote verde de esos de la Economía, que sirve a los que dirigen nuestros designios macroeconómicos para justificarse en su empecinamiento y para poco más. De eso no se come. Ahora ha sido el dato del desempleo de enero, que ha mandado a la calle a otros cuantos miles de malagueños pero que según el cristal con que se mire, podría ser un dato positivo, o eso nos cuentan. Nunca ha habido tan pocos parados nuevos en enero. Cinco mil y pico ciudadanos han dejado su precariedad laboral aparcada para conocer la otra cara de la moneda, aún peor. Podría ser un brote verde anunciar que esos mismos han dejado de trabajar en unas condiciones de trabajo lamentables, con los sueldos más bajos que se recuerdan y con el regalito de la inconmensurable reforma laboral en brazos, pero sólo callando que han pasado de Málaga a Malagón sin posibilidad de aclimatarse al frío de interior manchego ni expectativas de un mal sueldo que echarse a la boca de aquí a un cuarto y medio de crisis. La buena tendencia se resume en 5.400 desempleados más en términos absolutos y 7.843 afiliados menos a lo Seguridad Social en un mes. Hay que tener entereza y sosiego para seguir creyendo en estos augures que abriendo las entrañas de los más pobres, ven en sus vísceras que la cosa mejora. Siete años de paciencia son muchos días improvisando tres comidas diarias para ti y los tuyos, estos sí, brotecitos verdes.
Con este nuevo incremento, el número de parados en Málaga es de 208.112 personas. ¿De dónde vamos a sacar doscientos mil puestos de trabajo? ¿Quién los va a crear? O, lo que es peor, una vez que alguien lo sepa, nos convenza de que puede conseguirse y tengamos un plan, ¿cuánto tiempo se va a tardar en poner en funcionamiento? ¿Y en ser eficiente? ¿Y en hacerse eficaz? ¿Meses? ¿Años? Una vez solucionado ese mal endemoniado que nos ha llevado a la miseria, al que llamamos primero mercados, después activos tóxicos y finalmente derroche público, el camino de vuelta será largo. Muy largo. Y está por definir. O no.
Porque iban a ser los cruceristas los que nos salvarían, ¿no? La solución a nuestra crisis pasaba por el turismo de congresos, el cultural, todo aquel que dejase en el olvido la estacionalidad de nuestra oferta de sol y playa y sus visitantes low cost. De hecho desde el año 2005, se ha multiplicado por dos la afluencia de turistas, con lo que la planificación no ha sido mala… Y sin embargo, el sector servicios es que el mayor paro registra actualmente en Málaga: 134.134 desempleados. Esta es la gran bolsa de desempleo malagueña, dos tercios del total, en una ciudad condenada a no subsistir exclusivamente de la industria turística por más que se empeñe en ello.
¿Indirectamente sí?
El ladrillo o nada. Dice Montoro que nunca existió la burbuja inmobiliaria. Lo que se traduce en que no hay otra solución a la vista que no pase por repetir de nuevo la misma historia. El club del pelotazo se vislumbra a la vuelta de la esquina. Hay que esquilmar lo que dejaron los predecesores sin destruir en la orilla. Da para otra década de vacas gordas. Doscientos mil obreros empobrecidos están dispuestos a aprovechar la temporada baja para construirse unas pirámides en la costa, y lo que haga falta, en cuanto fluya el crédito para los de siempre. Por eso los alcaldes del PP ya están exigiendo a la Junta que se derogue el POTA. Para reactivar la economía con la fórmula maestra. Y la Junta accederá sin que se note, como si se le hubiese ocurrido a ella. Parece ser el único camino. Otra vez. Un camino que ya sabemos dónde nos lleva sin opción de arrepentimiento.