En 15 días se acaba un año que mejor no recordar macrovividamente. Afortunadamente, lo microvivido te regala mejores momentos en la intimidad, en los que puedes dedicarte a practicar el catalán, como confesaba que hacía Aznar, o pasártelos de consuelo mutuo con los que te aman y comprenden, sin necesidad de ningún idioma que desmerezca al de las miradas y los suspiros. Si existió, así debió de ser el indoeuropeo, ese. Supongo que es hora de hacer balance porque toca agarrarse al clavo ardiente del viaje iniciático que se anuncia que llega con cada nuevo año. Antes, yo mismo hacía promesas que incumplía sin ánimo de lucro llegado el momento de las uvas y ahora solicito ayuda para mis seres queridos a los dioses que, si existen, también serán indoeuropeos y sin ánimo de ninguna necesidad mundana para competir por el dinero que no les falta.
He leído que un tercio de la plantilla de la Policía Nacional en Málaga participará en el operativo “Comercio Seguro” con el objetivo de prevenir, fundamentalmente, “delitos de hurto, robo con fuerza, intimidación o fraudes en el pequeño y mediano comercio” y me han parecido muchos. Al principio me ha producido una sensación de bienestar y sosiego saberme tan cuidado. Después he pecado de reflexivo, que no aprendo, y he resuelto que la crisis habrá generado más pobres pero, por supuesto que no menos malagueños honrados, dispuestos a asaltarme. Supongo que la orden a la policía no es que cuide a los comerciantes de los ladrones sino al Estado de la tentación de la pobreza. Lo peor de la noticia es que se hace explícita mención por parte de las autoridades a que también velarán por la seguridad de los turistas que nos visiten en Navidad. Eso me ha creado aún más desazón, sobre todo por lo de no saltarse a Pero Grullo. Además de que nos venza la tentación de robar debido al hambre, parece que desconfían también de que ante el turista no demos la talla, la buena imagen que (ya no) se espera de nosotros.
Tendremos a la policía en las tiendas y los veremos menos que otros años porque compraremos menos cosas. Constata Cáritas que en Málaga, como en la Sevilla de Zoido sin Pompidou, también hay espigadores que se alimentan sólo de lo que recogen en los contenedores de basura. El Banco de Alimentos y Cruz Roja dan comida a más de 100.000 malagueños que aunque no tengan nada, no roban. Casi me atrevería a asegurar que ni protestan. Y si les preguntan en el Eurobarómetro, no hablan de sus microvivencias sin presente sino de los macrobrotes verdes que les han dicho que hay otros que disfrutan. Si no, no se entiende: “los malagueños consideran que nuestra ciudad ofrece muchas facilidades para adquirir una vivienda a buen precio”. Y hasta cierto punto llevamos razón, pues este año se han vendido en Málaga según el Instituto Nacional de Estadística, entre enero y septiembre de 2013 un total de 16.063 viviendas, lo que representa un incremento interanual del 6,4%. Lo que ocurre, sin embargo, es que los que compran viviendas no somos nosotros sino inversores – ya estamos otra vez, ¿les suena?- pues, durante el mismo periodo sólo se concedieron 6.356 hipotecas en nuestra ciudad, con un descenso del 33% sobre las mismas cifras del pasado año, un desastre, y el resto, casi 10.000 viviendas, se han pagado al contado.
El balance no está bien.
O depende. Aún nos queda el Pompidou.
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