La ciudad apremiada

11 Dic

La semana pasada nos explicaron lo bien que iba la ciudad, la de premios internacionales que había conquistado a lo largo del año, lo inteligente que nos había salido… Fue durante el Debate del Estado de la Ciudad y el que nos llenaba de optimismo –y se agradece- fue nuestro viejo nuevo alcalde tecnológico, el del Pompidou, el Soho y Obey; el del 2016, el Astoria y el Museo de las Gemas. El empate a éxitos fracasados quiso tumbarlo la oposición mostrando el lado más oscuro de la crisis, esa que preferimos no tener presente para evitar el contagio o el sentimiento de culpa. A mí no me cabe duda de que existen esas dos caras de la misma ciudad, no se sí en buena convivencia pero aún sí en tolerante connivencia, al menos. La armonía que sugirió el alcalde existe en el impulso cosmopolita de una ciudad que rezuma modernidad desde que la señora Eluard se dio un baño de sol en Torremolinos. Allí estamos, o allí hemos vuelto. Otra vez sin clase media, la Málaga de los pobres y los ricos se impone y nos divide a partes desiguales. Somos la ciudad española en la que se radicaliza en mayor medida esa diferencia, la que nos convierte a todos en iguales pero a algunos en más iguales que a otros. El sueldo medio en la provincia de Málaga nos sitúa en la décima posición de España empezando por la cola. Pero entre los grandes perceptores (más de 100.000 euros al año) nos situamos en el séptimo puesto a la cabeza del país. No sé si sería muy acertado afirmar que pertenecemos a una de las provincia con más ricos por metro cuadrado, sobre todo cuando también ganaríamos un concurso de pobreza: son ya 140.000 malagueños los que cobran 200 euros o menos mensualmente. Ni la Málaga del PP existe más allá de sus barrios, ni la de la oposición, ahogada en el pesimismo, nos describe plenamente. Estos que hablan del Estado de nuestra Ciudad ¿se preocupan de cómo la sienten sus habitantes?

La ciudad real tiene más que ver con la que señalan sus ciudadanos cuando se les pregunta, por supuesto. Por ejemplo los datos aportados por el Eurobarómetro indican que los malagueños consideramos a nuestra ciudad como un buen lugar para comprar una vivienda a un precio razonable, pinchada por fin esa burbuja que según Montoro no existió nunca; por otro lado, creemos que los extranjeros están bien integrados, y que son nuestro querido PIB de los huevos de oro, añado; criticamos que esté tan sucia: cuando se pone esta cuestión en contexto con el resto de las 74 ciudades estudiadas, Málaga se sitúa en el puesto 62 de Europa en percepción de limpieza. Huelgan comentarios; y estamos a la cola de las ciudades europeas en el uso del transporte público. La encuesta nos dispone en el puesto 63 de las 74 ciudades analizadas. ¿Se enteran nuestros políticos de algo? ¿Se dan cuenta de lo que han liado con si metro o si tranvía? Pero si no usamos el transporte público.

No obstante, el principal problema de la ciudad, en opinión de los malagueños, es el empleo. Somos la tercera ciudad europea (de las 74 que han participado del estudio) a la que más le preocupa este dato insufrible. Hay más de 100.000 parados que van a tener que afrontar la Navidad con todas las prestaciones públicas agotadas, es lógico. Pero, ¿saben una cosa? Ni comerciales, ni diseñadores gráficos, ni fisioterapeutas, como indica el Servicio de Empleo Público Estatal, no. Ninguno de estos oficios es el que muestra un mejor comportamiento en la contratación, como se asegura. Donde hay menos paro, lo apuesto, es entre la clase política que nos sobrevuela y nos pone un Metro o nos privatiza el Servicio de Limpieza. Esta es la cifra: la política local es uno de los mayores focos de empleo en la ciudad. Ayuntamientos y Diputación generan más de 1.500 empleos y gastan 33,6 millones al año en sueldos, en definitiva, la cantidad más alta de toda Andalucía.

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