Hacienda nos ha regalado unos datos del tercer trimestre del año malagueño que invitan a deshojarse sin pausa ni con prisas, como decía Carrillo en la transición y ahora Rajoy en el escondite. Los economistas con presunción de mejores augures de la ciudad han hecho su pronóstico sobre los posos del café macroeconómico y han encontrado más brotes verdes de cuatro hojas durante la contemplación mística de las cifras. Sustituido el porno por las brujas en los peores canales de televisión, me imagino pronto un catedrático del capital repeinado por la UMA compitiendo en profecías y adivinaciones con Carlos Jesús en la madrugada de Onda Azul. Pronto. Porque la ciencia económica ya no se sostiene en leyes sino en indicios sospechosos. Va camino de paraciencia por lo mal que la conocen los mismos que la adoran y la protegen. La oferta y la demanda no se dilucidan ya en los mercados porque los agentes y las variables externas pueden distorsionar su funcionamiento lógico, o eso dicen. Quizá le haya alcanzado la teoría cuántica por la espalda y de improviso y hasta que no cambien sus curvas estadísticas por las cuerdas de la Física, me parece a mí que sus vaticinios se repartirán entre despropósitos y aciertos al cincuenta por ciento y con suerte. Pésimo balance teniendo en cuenta que las fichas del monopoly somos nosotros mismos.
No obstante se agradece el ánimo que reparten los que ven la luz al final del túnel de las Pedrizas. Sostienen su profecía en que hay 2.095 parados menos que hace un año, en que se han creado 330 nuevas empresas, en que el PIB malagueño ofrece un mejor dato que el español o el andaluz y en que la balanza comercial ha sido positiva. Números que cualquier abogado del diablo podría rebatir, uno a uno. Por ejemplo y con los cuernecillos puestos, nuestra provincia se ha erigido, por demérito propio, en la cabeza de la destrucción del empleo nacional en el mes de octubre de 2013, como ya ocurrió el pasado año. Málaga perdió 7.031 empleos el pasado mes y descuenta ya 203.181 parados. De hecho, en Málaga hay 9.000 cotizantes menos a la Seguridad Social que hace un año. ¿Brote verde en qué dato del empleo? Ese “cristal con que se mire” será de culo de vaso. El gran dato del PIB es que hemos perdido un 0,9%; los concursos de acreedores no paran de crecer; las exportaciones no consiguen aumentar… Dependerá del pie con el que un adivino se levante y no tanto de cómo de negras tenga las vísceras el pobre animal, supongo.
Aunque la realidad malagueña es más miedosa y muchísimo más injusta que cualquier parecer. Lo señalo porque hay otros datos que no son tan económicos como más crueles, aún más complicados de refutar y en gran medida, desalentadores. Son los que atañen a la parte más decimonónica y rancia de lo malagueño y que tan poco ha cambiado en los escasos años de bonanza. Incluso va a peor. Una parte del río y la otra se diferencian como se diferenciaban hace dos siglos entre muy pobres y muy ricos otra vez, en tendencia infinita hasta acabarse el papel y ya casi las paredes. Los malagueños cobramos muy poco en general. Ocupamos el lugar trigésimo séptimo de 47 provincias españolas estudiadas en cuanto al salario medio de sus habitantes en 2012, según Hacienda. Señala que el salario medio anual de un malagueño es de 15.520 euros, 1.300 mensuales sin pagas extra. Ese mal dato que nos sitúa en la cola ni siquiera es real para la mayoría: el 53% de los malagueños no llega a los 12.000 euros anuales. Y el 25% se queda en 150 euros al mes. 140.000 malagueños no llegan a 200 euros al mes ¿Brotes verdes? Pobreza absoluta sin umbrales que llevarse a la boca. Si estos brotes no son verdes sino perversos y vergonzosos, los injustos aún están por decir: Málaga está a la cabeza del país en cuanto a más ricos por metro cuadrado. El sueldo medio en la provincia de Málaga entre los grandes perceptores (más de 100.000 euros al año) nos sitúa en el séptimo puesto de España. Pero ¿cómo saldremos de la crisis sin clase media? Ese es el grandísimo brote marrón que nos condena. Y lo demás, mucho ruido.