Ha dicho El Ministro de Hacienda que la recesión acabó en junio. Y creo que la postura extraña que se me ha quedado al oírlo es la de una persona que está a punto de dar un salto de alegría. O eso, o un ataque de risa nerviosa. Pero ahí me he quedado, paralizado. Sin saber si dar un paso adelante o dos atrás, como el Chiquito de la Calzada pero de pensamiento. Tan desconfiado que soy antes de un brinco, me he acordado de Irlanda, de Italia y de Portugal, países de nuestro entorno, estos sí, tan entornados como el nuestro, y me he preguntado si alguno habría abierto ya las puertas de su economía, aunque fuera un poquito pues, de un tiempo a esta parte, parecería que se los hubieran llevado a Teruel. ¿Existen? Sé de Italia por Berlusconi y sus juicios, y de Portugal por el Chelsea y su condena pero, ¿Irlanda? ¿Sabrá Aznar como le va? Además está -¿estaba?- Grecia, ese país sin historia que le recortaron hasta la silueta en el mapa europeo y no sé si es un agujero negro o un corredor de gusano lo que han dejado en su sitio los hombres de negro, gusanos corrientes al servicio de Europa. Y ¿qué fue de la quita de ahorros en Chipre? Está la quinta del buitre, que no ganó mundiales y la quita de los buitres, que se llevaron la mundial de los ahorradores chipriotas, sospecho que para sondear el mercado y analizar el índice de complacencia y conformismo democrático de las buenas pobres gentes.
Como fuere, yo ya no sé quién se manifiesta, si es un espíritu o un fantasma. No sé si alguien ejerce su derecho a manifestarse o prefiere seguir en la tumba esperando la última estacada. De verdad que no sé si hay agitación en Europa, euforia contenida o fuegos artificiales. No sé si alguien se queja de cómo le va o si algún triste país, de los pedigüeños, va mejorando adecuadamente. Nos queda internet y las agencias de prensa del control “v” a falta de personal escribano a sueldo. O eso, pensamiento único redactado por un becario con prisas, o alguna buena foto de un freelance sobre la trifulca de la semana pasada entre la policía y los manifestantes en Italia. Poco más.
Estoy que me agacho. Casi que gana el desánimo. Si no fuera por el ministro, no creería en que esta postura de pastorcillo caganet que llevo se refiera a que estoy cogiendo impulso. Pero él aseguró ayer que «no sólo hay luz al final del túnel sino que se atisba la salida del túnel de la crisis económica de España». Me da tembleque de gusto. Asegura que el segundo trimestre de 2013 habrá sido el último de la recesión, como reflejarán los datos del PIB del tercer trimestre. El ministro ha adelantado, además, que 2014 será el año del crecimiento económico, la creación de empleo y la solidaridad con los que más pobres: “el debate debe ser cuánto vamos a crecer». Se me saltan las lágrimas. No lo paso tan bien desde que vi saltando en el balcón de C/ Génova a todos los peces gordos del PP tras requetevencer absolutamente las Generales. Qué alegría. O desde que el PSOE celebró a lo grande su triunfo inesperado en Andalucía. Qué recuerdos… La salida de la recesión debería ser una fiesta democrática de todos los partidos, de todos los afiliados a los partidos, de todos los tesoreros de los partidos encarcelados y libres, de todos los que repartieron las ayudas de los ERE con tan buena mano o los pillaron, y de todos los lastimeros que cada cuatro años los votamos. ¿Será verdad? ¿Volveremos a trabajar? ¿A ser ricos? ¿A comprarnos el coche y el apartamento que nos quitaron? ¿Habrá sido todo esto un mal sueño, una broma?
Ojalá. Tengo fe. Me lo creo. Me apunto. Le voto. Le aplaudo. Y salto con él. Por favor, que bote el ministro de Hacienda conmigo, que yo ya estoy en la cuenta atrás. ¿Cómo se llamaba? ¿Rumpelstiltskin? ¡No¡ ¿Cómo era? No me acuerdo… da igual: ¡que bote el ministro, que bote el ministro!