El crucerista un millón

2 Oct

Anteayer se presentó la iniciativa municipal “Málaga Cruise Shops” con gran júbilo de sus precursores. Esta propuesta de las áreas de Turismo y Promoción Empresarial del Ayuntamiento buscaba incitar a los comerciantes del Centro a que abrieran sus tiendas los domingos y festivos en los que llegase un crucero a la ciudad. La “campaña” de captación de socios ha durado dos meses desde que a finales de julio se presentase ante los medios, anunciando que, de entrada contaban ya con la adhesión de 25 comerciantes.

Pues bien, tras sesenta laboriosos y no menos calurosos días de verano, los técnicos municipales han conseguido convencer a otros 14 comercios, nada menos, de apuntarse a esto donde hubiera que hacerlo. Cuarenta negocios se han creído, por tanto, que vale la pena abrir a los cruceristas para que se gasten a gusto todo lo que prometen los del Área de Turismo del Ayuntamiento que se van a gastar. Que yo no sabría cuantificar en posibles pero sí otros: 17 euritos según la SOPDE. Parecen pocas moneditas. Por eso la tendencia natural es la de no abrir en tu único día de descanso. Porque poder, se podía abrir antes de que llegaran con esto del barco de Tom Cruise, como dicen en la peluquería de mi hermana. Pero ni el centro comercial abierto, ni lo de la zona de gran afluencia turística, ni como ya conté hace dos meses, Caneda comparando a los cruceristas con zombis por no poder satisfacer su instinto consumista, han sido suficientes para convencer a 41 comerciantes del Centro de que Jauja lo trae el pasaje de un barco.

A mí lo que más me gusta de estas medidas y campañas de buena voluntad institucional es que si salen bien al primero que le va a repercutir de forma positiva es al tendero acuciado por la crisis. Pero lo que menos, y que más me sorprende, es esa idolatría hacia el crucerista salvador que sobrellevan los responsables del turismo malagueño desde que los inventaron. Se parece al complejo de inferioridad pero no es tal. Ojalá. La alta burguesía malagueña no entiende de complejos. Es otra cosa. Es peloteo. Es lo que hacía Ánsar con su amigo Bush, genuflexiones torticolares de respeto exacerbado. Es que llega el Sr. Marshall y hay que agasajarlo. Es que hay que adular al guiri con toda la panda, para que esté a gusto y deje una buena propina. Es un pensamiento retrógrado que se basa en el folletín, la banda de música y en poner una alfombra roja, unas macetas, un poco de cartón piedra escondiendo nuestras miserias y una hoja de parra, para hacer lo propio con nuestras vergüenzas.

A mí me gusta que vengan los cruceristas a Málaga. Cuantos más mejor. Y cuánto mejor se lo pasen, más probabilidades de que vuelvan y de que más se gasten. Pero decorar el entorno por el que pasen para que se crean que no tenemos solares abandonados, abrirles las tiendas para que se piensen que esta es una ciudad comercial en plena ebullición o uniformar a los cocheros para que parezcamos educados en la tradición vienesa, más que de Berlanga, me parece un guión de los Ozores especialmente pensado para la soberbia sobreactuación de Alfredo Landa.

Vergüenza ajena casi. De llegar a puerto, que te den un folleto, una aplicación de móvil, una alfombra roja… si tengo dos horas y 17 euros. Si no sé si estoy en Málaga, Granada o Almería. Si tengo incluida la cena en el barco. Si es domingo de resaca. Si mis vacaciones en un crucero hortera se deben a que ha sido lo más barato que me han ofrecido para una semana en la agencia de viajes. ¿Dónde voy a gastar qué? ¿Málaga Cruise Shops? ¿Qué Cruise? ¿Qué shops? ¿Qué tendrán de malo los turistas de Congresos?

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