Málaga y sus brotes

18 Sep

Yo no sé quién se inventó lo de los brotes verdes. En Wikipedia achacan la paternidad de la metáfora macroeconómica al que fue Ministro de Hacienda británico, Norman Lamont, que a principios de los 90 vaticinaba el final de aquella recesión con la que le tocó bailar, no tan fea como la nuestra. Desde entonces, no creo que haya político contable de los países de nuestro entorno –otra frase hecha de la que se podría hablar largo y tendido- que haya usado esa misma y lúcida expresión sin ser criticado. Y sin embargo se sigue repitiendo a diario.

Los brotes verdes son los que no se ven, sólo se sospechan. El juego del despiste tiene que ver con que lo que ahora es negro negrísimo, se puede colorear a futuro en el presente. Como mirar a un bebé y asegurar que mide 1,87. No que medirá sino que mide. Y no es porque científicamente a través de un microscopio de curvas estadísticas, un señor con aspecto distraído y muy despeinado, vestido con zuecos y un batín blanco haya descifrado en un laboratorio universitario un código genético de alguna posible hierbecilla con capacidad de propagarse como la primavera por tierra baldía, no, es que otro, con una túnica fucsia se ha sentado ante su bola de cristal y nos ha contado lo que su intuición gaminidiana le ha revelado. Lo que quiero decir es que cada vez que un político o periodista del mundo cercano hable de brotes verdes no deben creerlo a pies juntillas. Más bien, deberían tomárselo como un mensaje de buena voluntad; un “todo va a ir bien” como apuesta de confianza.

Y he aquí los brotes verdes malagueños de la actualidad y del nuevo curso. Un cúmulo, que yo me atrevería a señalar no como un bosque ya casi, sino como una selva, si no fuera porque soy un cobardica. Al menos no tan valiente como el señor Caneda que en virtud de una encuesta pseudocientífica de la SOPDE se atreve a vaticinar que el 99% de los casi 337.000 visitantes que tuvo la feria de agosto van a aconsejar a conocidos que vengan a conocerla, aunque sólo repetirían experiencia el 60%. O sea, que el 39% que no vendrá más, va a aconsejar a sus enemigos que se den una vuelta por nuestra fiesta grande, o si no, no se entiende. No obstante, caigan mejor o peor los recomendados, menudo brote verde pistacho, con lo que menospreciamos nosotros mismos a nuestra fiesta. Otro brote verde será el que nos ha explicado la señora Yolanda Aguilar respecto a nuestro sobreexplotadísimo Palacio de Ferias. La verdad es que ya no me entretengo en leer sus declaraciones porque suelen parecerse mucho. Pero seguro que las pérdidas del Palacio han supuesto enormísimos ingresos para la ciudad y sigo sin explicarme por qué no le hacemos dos o tres Centros de Congresos más, que nos saquen de la ruina. Su brote verde tiene que ver con los 140.000 visitantes que va a tener el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga en el último trimestre del año, según imagina su directora. ¿Más brotes? Los 45.000 turistas que atraerá el Mater Dei, que no sé lo que es pero con una fe que prevé mover a montañas de cofrades, o que el Ayuntamiento haya reducido su deuda en el segundo trimestre y ya sólo debamos 719 millones de saltos de alegría. Pero si he de elegir entre alguno de los brotes verdes malagueños más estupendos, yo me quedo con lo de que Málaga supera ya a Sevilla en actividad económica tras seis años de crisis, según los datos del «Anuario Económico de España» de la Caixa. Mal de muchos, consuelo de malagueños. La sexta de ciudad de España menos pobre en algo, y nosotros sin enterarnos. Menudos brotes estamos hechos. ¿Quién nos lo iba a decir?

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