Los datos del paro son un abanico para Rajoy. Esos brotes verdes que nadie se cree ni desmiente le permitirán echarse una carrerita disimulada, como la de aquellos atletas mexicanos de marcha que en Montreal 76 daban palmas ante los jueces para desviar la atención sobre su compatriota, Daniel Bautista, que llegó a la meta el primero y sin recibir ninguna amonestación. Pues Rajoy llegó el primero también, y mira que le costó. Llegó el primero y con tanta ventaja que está dando pie a que el mundo de la deportividad y el juego limpio contemplen las repeticiones de su portentosa marca antes de colgarle su merecida medalla. Porque Rajoy se la merece. Y si alguien sabe que se la merece por encima de los demás es él mismo. Que menudo esfuerzo. Cuántas veces habrá tenido que soportar que critiquen su elección los mismos que lo acompañaban en el delfinario. Cuántos congresos, cuántos contrincantes dentro de su equipo… Ay, pérfidos, hay delatores, ahí desleales… Y ahora, que desde la torre más alta de su escondite presidencial, el paro rebaja la desdicha de 31 españoles, se pregunta si realmente puede ser el mejor marchador de fondo de la política española del nuevo siglo; el lanzador de penaltis que nos faltó contra Francia cuando aún perdíamos en los cuartos; el nuevo Atila del efecto 2000… pues, desde aquel mismo año que nos precipitábamos al abismo informático de la nueva Edad Media, no se reducía la tasa de desempleo en agosto tanto como ahora, que Bárcenas le hace la peineta.
Rajoy ha llegado a la meta y no quiere mirar los videomarcadores, no vaya a ser que salga por algún lado la copia de seguridad de algún disco duro con sus peores pesadillas. Las palmas por soleares de Margallo no dan para que el estadio se distraiga –ni los ingleses se lo toman en serio- y, ahora que se le necesita, a Wert no se le ocurre ninguna chorrada en contra de la cultura o a favor de la desigualdad educativa ni a Gallardón una prueba de su amor por las mujeres y su obligación de ser buenas y abnegadas madrecitas. Rajoy ha llegado a la meta con ventaja, sí, y está más solo que la una, con un tinte nuevo y pensando a quién mandarle un sms autocomplaciente que resuma su forma de afrontar los problemas cotidianos: “nada es fácil, pero hacemos lo que podemos». Porque lo peor de la traición de Bárcenas es que el presidente ya no tiene quien le escriba…
Y aparentando no derrumbarse de éxito, ante tanto desagradecido que le sugiere que cada palo aguante su vela, le pasan un abanico con los datos estadísticos del paro. Eso es la música de Carros de Fuego para sus oídos… Para meter la barriga y dar una vuelta de honor, si no fuera porque sus asesores de marketing le recomiendan que se contenga de manifestaciones efusivas de entusiasmo, tan contraproducentes con su perfil bajo, que ha puesto tan de moda.
Al final, va a tener razón. La democracia no se equivoca. Dice que lo importante es sacar al país de la situación de crisis en la que se encuentra. Que lo de las financiaciones, ilegalidades y sobresueldos además de falsedades –salvo en alguna cosa-, no son importantes si nos devuelve al bollo, le da fuerzas al canut y se regenera pronto la nueva burbuja inmobiliaria que nos replique a la situación de bonanza liberal en la que consigamos volver a quejarnos por vicio entre diez y doce años. Esto es el reino de España, como gustan de llamarnos. ¿Dónde hay que firmar?