El sábado pasado, mi sobrino Manu me despertó con una foto enviada por Whatsapp en la que se le veía, orgulloso, tirando de la traya de un copo. Normalmente no le gusta madrugar, pero aquella era una ocasión especial. La Asociación de Pescadores de El Palo organiza, una vez al año, con todos los permisos y bendiciones de la Consejería de Pesca de la Junta de Andalucía, un copo simbólico, para que las nuevas generaciones, como Manu, de 14 años, puedan contemplar un arte de pesca tradicional ya extinguido.
Su entusiasmo me transportó a mis veranos de infancia. Mi padre tenía aficiones incomprendidas en una familia poco dada a las caminatas y al contacto con la naturaleza. Le gustaba dar largos paseos por el campo, contemplar las flores, y nosotros, mis hermanas, mi madre y yo, permanecíamos en el coche escuchando música, sin el más mínimo interés por lo bucólico. Sin embargo, algunas veces me despertaba para ir a la playa a ver sacar el copo, y entonces sí saltaba de entre las sábanas para salir de la casa a hurtadillas aún de noche y asistir a la faena. Mi mayor interés no era ver emerger de las aguas aquellas redes preñadas y temblorosas de pececillos, sino esperar a que los pescadores retiraran el género válido para la venta y recoger un botín de estrellas de mar y cangrejos grises, que daban miedo pero precisamente por eso eran atractivos.
Le pregunté a Manu por las estrellas y los cangrejos de mar, y me miró extrañado. No había. En el copo simbólico, el volumen y la variedad de las capturas también se ajusta a lo mínimo. Apenas salieron boquerones, la especie que nos da sobrenombre a los malagueños, pero que parece seguir el camino del dinosaurio. Los que quedan, dicen los marengos que no saben como los de antes. Somos lo que comemos, también aquello que comemos es lo que le toca comer en la cadena trófica, pobrecitos los boquerones, el plancton de ahora no es el de antes.
Buena parte de la provincia de Málaga vive de la costa. De la pesca, cada vez menos gente, pero de las playas, cada vez más. Hasta los vendedores de almendras y papas fritas han vuelto, azuzados por la crisis. Y sin embargo, hemos asistido impasibles a la alteración de las dinámicas del litoral con encauzamientos de arroyos, presas y diques; a la contaminación (el retraso de la depuración de las aguas se cuenta ya en décadas) y a la sobrepesca. Esta dinámica sí que no parece que vaya a cambiar, a tenor del contenido de la nueva Ley de Costas aprobada en mayo, que ha despertado las iras de los ecologistas, esas Casandras del siglo XXI, con normas como la reducción de la servidumbre del dominio marítimo-terrestre de 100 a 20 metros de la orilla, que hacen la boca agua a los especuladores.
Me pregunto si la desaparición de los boquerones, ese emblema de nuestra gastronomía, provocará al menos un mínimo de inquietud entre quienes viven de la restauración. Siempre cabe, claro está, la posibilidad de que los asiáticos inventen algo que se parezca, como los chanquetes chinos o el exitoso surimi de angula, y siempre habrá algún avezado restaurador que ofrezca de tapadillo, cobrándolo a millón, un plato del pescado casi extinto a un grupo de privilegiados comensales. Y gente como los esforzados y nostálgicos pescadores de una asociación seguirá organizando copos simbólicos, pero no sé si los hijos o sobrinos de mi sobrino Manu verán volver las redes con algo más que latas y plásticos. Al tiempo.
Hola Gaby, sus recuerdos y su mirada sobre el porvenir me parecen muy exactos.Los comparto. A lo mejor conoce Ud el libro de 160 fotografías sobre El Palo y Pedregalejo, publicado por la Universidad de Málaga hace 4 años, título: «Huellas Malagueñas en el monte, calles y playas de El Palo y Pedregalejo». Las fotos van desde 1930 hasta 1970, más o menos, unas 5 son recientes. Está en la librería Delgado (al lado del Colegio de los Jesuitas, y también Gayango, en frente de los Jesuitas). Es un homenaje a las familias de pescadores, que me han dicho la leyenda de las fotos.
De 750 ejemplares quedan unos 50 en la Universidad.
No tengo ningún beneficio en su venta, pero el orgullo, o mejor dicho la alegría de haberlo hecho. Cordialmente. Michel Rennes.
lealo y mire «Huellas Malagueñas, en el monte, calles y playas de El Palo y Pedregalejo»
Michel
es la tercera vez que contesto….
Michel