El restaurante de la Escuela de Hostelería de la Cónsula ha cerrado porque sus frigoríficos están vacíos. Se deben facturas a algunos proveedores desde hace más de un año y los 25 empleados que le aportan, además del prestigio, la mejor enseñanza a sus alumnos, no cobran desde hace cuatro meses. En total, se calcula que su deuda supera los 700.000 euros y todos los dedos señalan, con muy mala educación y excepcional puntería, a la Junta de Andalucía, por no cumplir con las obligaciones contraídas. Lo raro del caso es que el gobierno andaluz ha dejado en ridículo no sólo a su Delegada en Málaga, quien aseguró en abril que el susto era cosa de exagerados, sino también a su propio Presidente, Griñán, o quien hace las veces de él de 08:00 a 15:00h en el twitter y que se atrevió a responder a una pregunta de nuestro chef más prestigioso, el malagueño Dani García -“dígame la verdad, desde el respeto que le tengo, vamos a salvar La Cónsula, ¿verdad?”- así: “Seguirá siendo lo que siempre fue y esas son mis instrucciones a la Consejería”. Pues o no se entera de nada, o lo ningunean en la Consejería, o mintió. Porque el hecho constatable es que el restaurante de la Cónsula, tres meses después, está cerrado y sus empleados avergonzados por una morosidad que le viene impuesta por el despropósito en la gestión por parte del gobierno –iba a poner sevillano- andaluz.
La Junta no ha pagado ni un solo euro de lo que le correspondía durante el curso recién acabado y aún debe el 25% del anterior, 2011-2012, según fuentes cercanas a la escuela, en declaraciones a La Opinión de Málaga. ¿En qué está pensando la Junta de Andalucía? ¿A qué espera? Lo que le cuestan diez altos cargos de buena genealogía política en un año solventarían el asunto, si se tratase de un problema de liquidez. Pero no tiene esa pinta. Es para mirárselo bien. El problema se encuentra en la frontera entre la torpeza infinita y la ineptitud si de verdad el retraso se debe a que se ha pasado a depender de la Consejería de Empleo a la de Educación y las cosas de palacio las llevan batracios.
Luego está la excusa demagógica, que si no tienen remedio nos van a soltar desde alguna alta alcurnia política. Aquello de que la Escuela de la Cónsula es elitista y el dinero que se le destinaba desde la Junta van a dedicarlo a promover nuevas políticas de empleo. Nos lo sabemos de memoria. Mal que nos pese, Andalucía, en general, y Málaga en particular, copan buena parte de su PIB en las industrias turísticas. La hostelería malagueña y su gastronomía han dado un salto de calidad muy significativo en los últimos años, que hay que atribuir en buena medida al trabajo que se ha venido realizando desde La Cónsula. Este sí que es un buen plan de empleo y que se demuestra empíricamente observando sus frutos. No sólo Dani García y José Carlos García, con sus estrellas Michelin, han sido alumnos de La Cónsula, también han pasado por allí Javier Hernández, chef del restaurante del Candado Golf, Sergio del Río de Óleo, Willie Orellana de la Taberna Uvedoble -y no sigo para que nadie se sienta olvidado-, cocineros todos ellos que aportan ese toque de alta cocina a la tradición malagueña desde sus pequeños grandes establecimientos en Málaga (sin mencionar a ninguno de los magníficos profesionales de sala). A imagen de La Cónsula, hoy día podríamos hablar de las otras escuelas (CIO Mijas, Benahavís, Archidona…) que han convertido el antaño desolador panorama gastronómico malagueño en lo que va camino de convertirse, a poco que lo cuidemos, en un espacio con identidad propia en el panorama internacional. Depende de nosotros. De los malagueños. De que aprovechemos las bondades climatológicas para presumir de nuestra cultura. Y de que la Junta cumpla de una vez sus compromisos con Málaga y apueste por su futuro.