Ya pasó la Noche en Blanco y los malagueños más elegantes depositaron su inquietud cultural en una papelera del parque. Los de las prisas, la mandaron al pairo sin ir más lejos. Sobre todo los que se enteraron el domingo de que las horas de cola frente al centro de interpretación del teatro romano las perdieron ante un barracón habitualmente gratuito. Un día al año. Se ha instaurado el día de la curiosidad cultural en Málaga como durante el franquismo, el día de los novios enamorados. De película de San Valentín a alegoría añeja se pasa como de la noche al día. En un santiamén si te pilla confesado. Una sola generación que pase, y se acostumbrará a este día dedicado a lo ajeno. A lo que se mira y se difumina como hielo, para no dejar huella ni incitación a la práctica pecaminosa del arte. Lo que ocurre es que el amor está presente cada día, aún si cabe, y en mayor medida, en su propia ausencia. No es el caso del ocio artístico que precisa de previo encanto y cierta predisposición a dejarse cautivar ya que se aleja de los efluvios de la química natural por su propia esencia atribuible al artificio.
La cultura malaguita es más grande tras seis años de estropicio. Enorme y rebosante. Cultura estéril por causa de quien se cree que la difusión de las artes tiene que ver con los experimentos sociológicos. O peor, de quien no se da cuenta de que para lo único que podría servir esta absurda noche en blanco malagueña sería para estudiarla científicamente desde cualquier punto de vista antropológico. El malagueño lee muy poco. No suele asistir a espectáculos artísticos de pago. No consume ocio cultural. Y no por culpa del político cateto que coordina 140 actos en un día, ojalá, se cambia y punto, sino porque sus padres tampoco lo consumieron. Por eso 180.000 malagueños acuden a la Noche en Blanco y cuatro gatos al cine. Por eso un ignorante con un gran sueldo se alegra de las grandes cifras de asistencia a su esperpéntica fiesta de voluntariosos voluntarios, por deforme y grandilocuente, y no pelea cada noche con distintos programas de actuación encaminados a aumentar la clientela cultural. De uno en uno.
El sábado pasé por delante de ese maravilloso centro de interpretación y observé la cola del pasatiempo. Malagueños dispuestos a saber. Curiosos. Pacientes. Me dieron ganas de decirles que volvieran otro día y que disfrutaran de la noche pero, afortunadamente, agarré a tiempo mi instinto. Después me acerqué al teatro romano, por casualidad, sin afán de llorarlo, de nuevo abandonado a su suerte, y recordé la pugna por las inauguraciones y pre-reinauguraciones que nos ofrecieron los políticos de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento, amantes de la cultura, cuando iban a enfrentarse en las urnas, camino de las elecciones al Parlamento andaluz. Qué importa ahora quién tenía derecho a usar ese espacio escénico antes que el otro. Ya no interesa a nadie. Tampoco lo reclama esa audiencia malagueña que no existe si no es a borbotones.
La cultura institucional es gratuita o lo pretende. No cuesta nada porque no se paga. Tampoco da votos. El público es escaso. De 2016 millones de culturetas malagueños hemos pasado a ninguno, según qué cuentas. Habrá que alegrarse de que las heridas esas, tan profundas, no gustasen lo suficiente al jurado de lo injusto. O, contar hasta 179.999 y resignarse.
Participo organizando una de esas actividades gratuitas de la Noche en Blanco. Se nos vende la moto de la promoción gratuita en estos tiempos de crisis, pero realmente todo el mérito y la promoción se la lleva el Ayuntamiento. La gente tiene la percepción de que es el Ayto el que paga todas esas actividades y que por eso son gratis ese día, o mejor dicho noche…pero en el fondo somos muchos pringados los que ese día trabajamos gratis y encima tenemos que soportar los follones que acarrea, las caras largas, las broncas, los insultos y las amenazas de gente que ese día y sólo ese día se vuelve loca por una entrada gratis… y no es capaz de ir otro día pagando. Entono el mea culpa y sirva esta entrada, por lo menos, para desahogarme. Un saludo y excelente post