El próximo sábado, Málaga celebrará la sexta edición de su “Noche en Blanco”. Quién nos lo iba a decir. Seis años y aguantando. Claro que, muy poco tiene que ver con aquel festival conjunto que nació en París y que continuaría en Roma, Bruselas, Madrid y Riga en la época de bonanza –ay, la Ponderosa-. De aquello queda poco, si es que algo. Alguna vieja banderola del 2016 curtida al sol por los sobacos y ese halo decadente de humillación en las heridas y en sus vídeos. A mí lo del 2016 me recuerda a Escocia porque se hizo verbo a través del naranjito, y por lo que ha llovido desde entonces, siempre al borde del precipicio. La noche en blanco malagueña se ha adaptado a la idiosincrasia cultural malagueña, que no es mejor ni peor que la de ningún otro sitio, si acaso menos espléndida para con sus artistas. Lo que quiero decir es que la filosofía de la noche en blanco malagueña, si no la he entendido mal, ha pasado de ser un estímulo artístico para el inculto populacho a convertirse en una oportunidad de salir a la calle con toda la familia con el único objeto predeterminado de no gastarse ni un solo céntimo. Ni de todo a cien, qué va. La sed y el hambre se prevén, como hacer cola, y se ahorra lo que se pueda en el Lidl o el Carrefour, con premeditada alevosía. Ya no es ni de chino a por una lata si no hay más remedio, que no. La noche en blanco es un obsesivo “todo gratis”, de cabo a rabo, inculcado así a la población por el gobierno municipal como mérito adherido a la razón de ser de la cultura del lugar. El puro amor al arte.
Dicen que en esta edición participan no sé cuantos artistas a tiempo parcial, que son los que viven de otra cosa, incluyendo la generosidad de sus padres. Estos exponen, cantan, bailan, actúan, y no pintan nada más que un añadido al número de actividades programadas por la vergonzosa Área de Cultura municipal, que debe pensarse que esta fiesta es la de fin de curso en el salón de actos de un instituto gigantesco. Han coordinado 144 actividades, nada menos. Las mismas que debían financiar los propios artistas para ser incluidas en el catálogo de esta “Noche en Blanco” especialmente dedicada a los aborregados de su cultura. Esos que no entenderán nunca a Picasso porque les habla en parisino antiguo y que no saben que con lo que disfrutarían de lo lindo sería con las gitanillas y los bandoleros del Carmen Thyssen, y por eso no van a aplaudir como locos o por soleares.
La noche en blanco será un éxito de público, con unos números fantásticos que sólo contabilizarán los mismos que lo organizan. Ningún artista malagueño habrá cobrado ni un euro, supongo que porque alimentarse del aire les viene de oficio o porque es mayor su cariño al terruño que la caradura del político de turno que cobra un gran sueldo por ofrecerle la posibilidad de mostrar su trabajo en algún sitio público a cambio de nada. Para muestra, un botón: el sueldo anual del concejal de cultura del Ayuntamiento de Málaga es superior al presupuesto total de toda la Noche en Blanco. Como suena. Y la directora de Área, como buena asesora, aún gana más que él. En realidad, en nuestra ciudad, quien mejor vive del teatro no es ningún actor o director salido de la ESAD, no, sino la directora del Teatro Cervantes. Y en el campo de las Bellas Artes, por ejemplo, ningún artista malagueño superará los 65.000 euros que figuran en la nómina del Gerente de la Fundación Pablo Ruiz Picasso.
No hay un duro para el fomento de la cultura de lo malagueño. Ni para apoyar a nuestros artistas. No hay un duro que sobre. Pero la Noche en Blanco que nos han preparado, justificará lo injustificable. Hagan cola, pasen gratis y vean.
¿Y a tí que te importa lo que ganen los demás? Como mucho entendería que te preocuparas de lo que tú ganas.
Saludos.