Hoy es el día de los trabajadores, término incierto que incluye a los trabajadores en paro y a los trabajadores que aún estudian o se preparan para ejercer ese derecho fundamental en el futuro si se lo permite la reforma laboral. Al otro lado no están los patronos, sino los recortes, la falta de crédito y el recibo de la hipoteca. Pero también los hay privilegiados. Aún.
En Málaga el término “trabajador privilegiado” se circunscribe a quien ejerce su empleo en la órbita municipal, gracias, sobre todo, al buen corazón del alcalde y a su espontaneidad a la hora de describir él mismo ante la prensa a quien contrata. Puede que se deba, quizá, a esa parte de Don Francisco que, a veces, rebasa la línea de la elegancia para situarse en el lado de lo chapado a la antigua. Bien pensado, suele manejarse en ese límite impreciso habitualmente y con mucho decoro, tan al centro, tan democráticamente. Y digo que puede que se deba al anacronismo que lo dibuja porque Don Francisco ha demostrado fehacientemente que considera privilegiados a los empleados municipales que cobran un sueldecito por la gracia divina. Esos cuantos miles a los que no les están haciendo un favor, pero casi. Sí, los considera privilegiados pero es capaz de desdecirse en público cuando su verdad les agita, en previsión de pataleos. No le gusta el ruido. Nada. El ruido ofende. De modo que en virtud de su talante y de su saber estar sobre la línea discontinua permanentemente puede desdecirse, reconocerse en errores o disculparse aunque nunca haya cazado ningún elefante. Don Francisco mima a sus trabajadores a conciencia. A sus pobres trabajadores ingratos. Y a los otros. Los verdaderos privilegiados, asesores, directivos y consejeros, con sus pluses y sobresueldos, por la gracia de su buena preparación y mejor familia. A estos, sobre todo.
Hoy, día de los Trabajadores, ya con mayúsculas, y por causa de la plena crisis, quiero rendir homenaje a un luchador contracorriente, a un defensor a ultranza de sus mejores obreros. Si no un Schindler, sí un Porfirio Smerdou dispuesto a recoger de la miseria del ámbito privado a los mejores, según intuye, y a sus hijos para la causa pública de Málaga. Varios cientos de millonarios a costa de su buen empleo municipal defendidos con firmeza de cualquier recorte plebeyo. Hablo del alcalde. Donde esté D. Francisco, que se quite cualquier sindicato.
No obstante, a don Francisco de la Torre, la crisis le está poniendo las cosas cada vez más difíciles para poder seguir manteniendo la cohorte de estómagos agradecidos que figuran en la nómina de sus buenos amigos y mejores asesores. Entre el Real Decreto-Ley 20/2011 que prohíbe la contratación de personal a todos los organismos de la administración pública, incluidas sus empresas y organismos autónomos, y la Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local que pretende arruinar su potestad de elegir a dedo a cuantos consejeros le plazca, mantener su equipo de ensueño solidario cada vez se tornará más complicado. Claro que siempre se encontrará algún resquicio legal: ¿que no se puede contratar a nadie? El Ayuntamiento de Málaga sí, a 37 personas “en casos excepcionales y para cubrir necesidades urgentes e inaplazables”. ¿Que hay sentencia del Tribunal Constitucional que anula la potestad de las grandes ciudades para nombrar miembros de la junta de gobierno a personas sin acta de concejal electo? Pues, ni corto ni perezoso, sin esconderse ni disimular, nuestro alcalde se salta el espíritu de la ley a la torera, según convenga: “aplicaremos y buscaremos la manera de seguir contando con ellos, presumiblemente como coordinadores”. Y punto. Esto es un defensor de sus trabajadores y lo demás, tontería.
Gaby, en total acuerdo contigo y además D. Francisco queda para rato, le votan y le votan, pero no le botamos. Sabes que ya ha anunciado que se vuelve a presentar. M Los malagueños tenemos un problema y es no tener otra alternativa menos casposa que D. Francisco de la Torre.