Semana Insana

Qué malos son los trabajadores de LIMASA. Qué poco solidarios. Cuán poco aman a su ciudad. Y que feítos son. ¿Cuántas horas me habrán hecho pasar perdidas al volante? ¿Cuántas veces me habrán mojado los dobladillos del pantalón? Y así nos lo pagan. Yéndose a la huelga. Como si tuvieran derecho a hacernos eso. Antidemocráticamente, ¡a la huelga!, cuando más nos puede doler. ¿Es que no se dan cuenta de que van a provocar todo el paro del mundo malaguita? ¿Qué vamos a hacer sin los tropecientos mil guiris que iban a venir, por el buen trabajo de Damián Caneda, a pasar la Semana Santa en Málaga? ¡Si los teníamos a todos convencidos con los folletos repartidos en las ferias internacionales! Malditos basureros, barrenderos y demás vagos y maleantes que por egoísmo van a conseguir que salgamos de la crisis nueve días después que el resto del mundo… Si quieren hacer huelga, pues vale, pero sin que se note, los martes de febrero, octubre y noviembre de dos a cuatro del medio día y a reivindicarle a un santo, poniéndole una velita, como haría la gente de bien. En Semana Santa, no, que parece una medida de fuerza. Ni que la huelga fuese una medida de presión regulada legalmente. Ni que fuese un arma democrática de los trabajadores.

Aquí ya huele mal y la huelga no ha empezado. Los trabajadores de LIMASA son los privilegiados peor valorados del momento malagueño. Más odiados que los banqueros. Más señalados que los políticos. Más vilipendiados que Ortega Cano. ¿Qué es eso de reivindicar ahora? Con lo mal que estamos, ¿qué vamos a exigir, o a quién? Calladitos y a barrer. Aquí hay que apechugar, recortarse el sueldo y las pagas extras con gusto. Tanto manifestarse, ¿para qué? Con lo cara que sale una huelga y ¡dos mil euros al mes que ganáis de media –quién los pillara-, pillastres! Dos mil eurazos por quitarnos la basura del medio, por apartar la inmundicia de las calles, recoger nuestros despojos… Poca vergüenza es la que tenéis de sentaros a negociar con un señor que cobra solamente tres veces más que vosotros por senador, o cuatro veces más por ser elegido pez gordo por el dedo del senador: 110.000 euros más 15.000 en variables gana el gerente de LIMASA al año; 27.113,29 euros un operario huelguista, malvado, perverso y culpable. Entre medias, los cientos de enchufados institucionales y la parte proporcional de familiares de cada una de las tres empresas privadas que se reparten el cotarro.

Los trabajadores de LIMASA, o su mayoría de operarios privilegiados de poca monta, son unos inconscientes insolidarios. Porque aunque la empresa reconozca que ha incumplido el convenio, tienen la “obligación moral” de aguantarse. O eso dice el Alcalde. Y el profesor de literatura de mi sobrino. Y el camarero del bar de abajo. Y el taxista que me ha llevado hoy hasta el Palo. Y yo, con la boca más chica del mundo, no vaya a ser que se crea alguien que no he firmado el manifiesto patriotero en favor de mi jeque, Al Thani. Todos estamos de acuerdo. Los pobres no podemos tener un sueldo de dos mil euros e ir a la huelga para defenderlo. Y menos de basura, qué peste. Y punto.

Luego está lo del puesto hereditario. De reyes. Veintitrés años de injusticia. Convenio a convenio, desde Aparicio a De La Torre. Una burrada de cacique permisivo. Una afrenta contra la Edad Contemporánea. ¿Cómo es posible que durante veintitrés años haya existido en Málaga el puesto de trabajo hereditario? Ni idea. Lo que sí sé es que, si fuese mío y ahora intentaran quitárselo a mi hijo, no a la huelga sino a la yugular de quien fuese me iría para defenderlo, por más Semana Santa que rezase con una buena pinza de la ropa en la nariz. Con o sin guiris.