El Astoria y la pera limonera

6 Mar

He leído que María Gámez reclama del gobierno municipal una solución para la manzana del Astoria y el Victoria por el peligro que su estado ruinoso supone para los viandantes. Ella, como tantos otros, apuesta por la rehabilitación del edificio y convertirlo en  equipamiento cultural, aunque su desconfianza en que pueda encontrarse financiación a tal fin, ni a corto ni a medio plazo, la lleva a proponer, incluso, «deshacerse de los edificios y allanar la zona, evitando así los peligros de derrumbes y la mala imagen que se ofrece a los miles de turistas que visitan cada día la ciudad», como ya propuso hacer en su momento IU, a través del que fue su portavoz en el grupo municipal, Pedro Moreno Brenes.

Lo primero que me llama la atención es que al conjunto arquitectónico de los antiguos cines Victoria y Astoria se le llame manzana. Creo que puede tratarse de la única manzana malagueña a tenor del propio devenir de mi ensimismada idiosincrasia. Hoy le he dicho a un amigo que vivo a dos manzanas de su casa, para probarlo, y me ha mirado con acento americano. No quiero ni pensar cómo reaccionaría un taxista a esa demanda. Yo creo que hemos aceptado hablar de la manzana del Astoria por lo que subyace del viejo cine. Los cines están en una manzana del recuerdo y tienen que ver con la parte más pecaminosa de Eva. El cine era una embajada en la que los polis malos no podían entrar, como un templo. Pero eso ya pasó y yo creo que no lo viví porque, desde que desaparecieron los viejos cines, han debido de pasar varias eternidades.

La última peli del Astoria fue una de Woody Allen que no fui a ver en el año 2004, cuando aún era más joven, guapo y deportista que ahora. Creo que empecé a derribar ese cine en ese momento por más que después lo haya llorado, poniéndome una medalla o recogiendo premios. Ahora podría sacar el pañuelo y ponerme o contar vivencias familiares. Sería injusto. El cine Astoria no volverá a serlo y el afán por mantenerlo en ruinas, a todas luces, habría que considerarlo como un capricho casi descabellado.

Al Astoria, habría que rehabilitarlo, sí. Y si no se puede, habría que derribarlo. Tal vez, lo que no se pueda, tampoco, es echarlo abajo por la misma indisponibilidad financiera antedicha entre líneas. Entonces, ni rehabilitarlo, ni derribarlo, sino aguantarlo, como se pueda, o sea, a duras penas, que es a lo que está el Consistorio, a la columna hercúlea.

No sé quién tiene la culpa, ni si alguien la tiene. Cuando el equipo de gobierno municipal se desentendía de la situación de abandono de los cines, en el año 2010, la oposición, incluido el propio Moreno Brenes, reclamaba que se expropiase y pasara a formar parte del patrimonio municipal. Nadie quería que ese espacio entrañable de la ficción malagueña se convirtiese en un edificio de viviendas y sirviese a la especulación inmobiliaria, tan denostada. Luego, la credulidad de nuestros dirigentes, el dar por hecho lo que no se anuncia sin una rúbrica ni el respaldo de una firma de abogados, que tantas veces se ha repetido en los últimos tiempos de gobierno municipal, llevó a la espantada de quien se señaló como salvación de un proyecto aún sin inventar. De ahí a la nada. Y la nada se cae a pedazos. Hasta que se produzca un desagradable incidente. Lo mejor, no sé pero, lo menos malo, que se derribe mi primer cine, mi primera película…

Pero la solución no gusta al equipo de gobierno de Francisco de la Torre, que prefiere esperar, no se sabe a qué. Damián Caneda, el que arregla la Feria con un gueto juvenil, la Cabalgata de Reyes con una subcontrata o la Semana Santa con un folleto gratuito  ¿encontrará una empresa perfecta? Yo no lo creo.

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