El Consejo de Ministros ha dado luz verde al anteproyecto de ley de reforma de la administración local y los cargos políticos afectados del PP están muy contentos. Anuncian lo buena que será la futura ley para el país porque con las medidas que se impondrán, nos ahorraremos una millonada. Puede ser. A los políticos del PP les gusta mucho ahorrar de boquilla y cuantificarlo en un cántaro a la fuente. O sea, en un sillón en el que finalmente no se sentará López Nieto o en no comprar palos de golf para bomberos socialistas cuando hablamos de las austeridades malagueñas, o en estos siete mil millones que dicen desde Madrid que se ahorrarán con un pan bajo el brazo y su administración local sin duplicidades.
Pero, probablemente, a la gente de a pie, ya casi a la pata coja del aguante, lo que diga el PP que se ahorra despilfarrando menos que sus antecesores, se la trae un poco al pairo. Porque una de dos: o mienten y no ahorran, o el ahorro del que tanto presumen podrá servirles para hacer méritos al premio nobel de economía, pero no para bajar a la tierra ninguna mejora. Los mortales, los que echan su soberanía nacional en una urna para que se la queden los partidos políticos durante cuatro años en depósito a plazo fijo, lo que demandan a sus representantes electos es que solucionen sus problemas. Nada más. Así que, cuando los que gobiernan no cumplen, lo que al menos distrae de tanto duelo, es que los pillen con sobres, con mails de amigas del rey, o espiándose en Barcelona.
Está claro, lo mejor de esta ley, a nivel popular y pendenciero, es lo que conlleva de señalamiento al malgasto y malversación de la política democrática. El ensañamiento que conlleva hacia la clase política. Los del PP van a cambiar la caótica administración local para salvarnos del derroche, de lo mal que lo han hecho los políticos anteriores, de treinta y cinco años de desórdenes y descontrol financiero… o eso dicen. Pues bien, lo primero que llama la atención es que a la cabeza de esta reforma esté un gran “arrepentido” –supongo-. Mariano Rajoy fue el Ministro de Administraciones Públicas de España entre 1996 y 1999. Ha sido el máximo responsable de ese desastre administrativo durante un diez por ciento de la última etapa democrática española ¿Le dejará ese recuerdo dormir?
A mí, hay cosas del anteproyecto que no me convencen. La principal, que se pase de la política profesional a la política del que pueda permitírsela -¿como hobby?-, ya que se pretende que de los 68.285 concejales que hay actualmente en España, sólo 12.188 cobren un sueldo por sus funciones. Políticos a tiempo parcial o políticos ricos, esa será la –única- cuestión. Por otro lado, una reforma legal que confiere más poder a las Diputaciones, un ente público que no goza de la elección popular directa, perjudica directamente a la democracia. En realidad, los grandes beneficiados de toda la reforma, son los cementerios para políticos en que se han convertido las Diputaciones con el transcurso de los años. Da miedo. Ex alcaldes asesores taurinos, chóferes asesores…
Pero lo que menos me gusta de todo este asunto es lo mal que lo estará pasando, por razones de humanidad, nuestro querido alcalde. ¿Qué va a hacer con sus cortesanos? ¿A la santa calle? La norma establece un número máximo de asesores: el 0,7 por ciento del número de funcionarios. Según la web municipal, actualmente hay 2.464 plazas cubiertas por personal del Ayuntamiento con lo que debería haber sólo 17 asesores. Tras cinco años de crisis, el Ayuntamiento de Málaga paga –reconoce- a 64 privilegiados entre personal directivo, personal eventual y gerentes de organismos autónomos y sociedades municipales.
Pobre Francisco, pobres ricos…