Yo al Metro malagueño le estoy muy agradecido. De momento no hay, que diría Rajoy, salvo algunas cosas, que también diría. De entre estas que lo salvan de existir sirviéndoles de excepción psicodélica gallega, yo destacaría el debate onírico que lo envuelve. Y me estoy refiriendo a Rajoy, al Metro y, creo que, también a Hamlet: ser o no ser.
El Metro nos está ocupando el tiempo que esmeradamente necesitábamos desperdiciar. Apostaría que es lo mejor que nos ha pasado a los malagueños desde que el Jeque nos trajo algún plazo de Cazorla. Tanto señalar a los políticos malagueños y sus séquitos de asesores pagados con exceso de confianza, nos cansa, o lo que es peor, se nos hace crónico. Así que discutir sobre si queremos cualquier cosa soterrada o en superficie, cuanto menos, supone una bocanada de aire fresco en una ciudad que ya no planifica nada, salvo estas vías de extinción.
Para mí, el Metro es como el Soho. Se parecen en que no sirven para nada y van muchos políticos a sus ruedas de prensa para darle la relevancia que no tienen. Yo creo que para justificar la gran inversión que, se supone, algún día se hará en ellos. Un barrio de las Artes en Málaga debe de ser como otro de sol y playa en Viena, pero con más gracejo merdellón. Y un Metro, en una ciudad con tan largas distancias como la nuestra, como un Aeropuerto en Castellón, entre el lujo y la tontería. Pero a fuerza de ser optimistas, ni una cosa ni la otra nos vienen mal. Ni el lujo, ni la tontería, que sumados obligan al despilfarro. Despilfarro capitalista, inversión, trabajo y pompa. Viva el jeque cuando pague, la mafia rusa, el pelotazo inmobiliario, le especulación y hasta el efecto 2000 si nos sacan del agujero, aunque sea dejándonos al límite, o sea, hasta las cejas.
Pues que haya Metro, sí, aunque dé vergüenza subirse para bajarse uno tan cerca. Debe de ser que se ha hecho algún estudio secreto en alguna instancia en la que los malagueños consideremos al transporte público como uno de los mayores problemas de nuestra ciudad. Digo yo… Tras el paro. Y la economía. Y la clase política. Y la corrupción. Y la sanidad. Y la educación. Y la limpieza de las calles. Y la seguridad. Y no sé cuántas más cosas antes que el transporte, que no sale ni reflejado… Pero pongamos que el Metro sea beneficioso para la ciudad y que mejore nuestra calidad de vida. Como si fuera un hospital o más profesores, por ejemplo. Que sea soterrado o en superficie, ¿puede crear un debate ciudadano? ¡Sí! ¡Qué alegría! ¡No estamos muertos! IU desde su Consejería de Fomento, el PP como partido, desde el Ayuntamiento y con la Diputación o al revés, y el PSOE, desde el gobierno de la Junta, ¡lo han conseguido! A los malagueños les importa que el Metro pase por encima o por debajo y lo quieren –onomatopeya de redobles- ¡por debajo! -qué mal gusto tengo. A mí, me iba lo del tranvía, como en Roma, Montpellier, Budapest… en el fondo soy un romántico-.
Las fuerzas vivas y sus estómagos agradecidos de la ciudad han decidido por 35.000 firmas a favor y ninguna en contra que donde decían los del PP que había que firmar, firmaban e incluso hacían apología, si hiciera falta de lo que fuese: 400 asociaciones y colectivos quieren el Metro por debajo. La Agrupación de Cofradías y la Fundación del Carnaval, con sus tronos y disfraces, también. Y no sólo eso, desde IU dicen que el único motivo de querer un Metro en superficie, era el económico y desde el PSOE “les aclaran” que dinero, hay, para arriba y para abajo. Aunque despacito, todos de acuerdo en el desacuerdo. ¡Qué bien!
Agradecido al Metro, centímetro a centímetro. Y a los manifiestos, las firmas y el submundo subterráneo de la política y sus extrañísimas prioridades.