No sabe don Mariano Rajoy lo que ha perdido por no arreglar las cosas con Esperanza Aguirre. Igual que el Cid Campeador, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid sigue blandiendo su espada retirada en su puesto en Turespaña, y, liberada de la carga institucional, simple presidenta del PP capitalino, le roba portadas y titulares al presidente y al más pintado de su partido a diario.
Hace dos días volvió a sacar la estrella que lleva dentro. Antes de recoger la Alcachofa de Oro, galardón con el que la distinguió un restaurante de Madrid, desempolvó un Real Decreto-Ley de 1977 para argumentar que la huelga general de hoy es ilegal porque obedece a motivos políticos. Menos mal que se acordó de mencionar al menos que la Constitución Española ampara el derecho de huelga de los trabajadores. Otras colegas de partido sin tanto conocimiento del Derecho han arremetido contra las molestas huelgas y manifestaciones olvidándose de ese pequeño detalle.
La incombustible Aguirre recordaba, con todo rigor, que el texto constitucional, (artículo 28.2) reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores “para la defensa de sus intereses”, y a continuación, acudía al Real Decreto naftalinoso y aún vigente de 1977, para argumentar que dicha norma prohíbe la huelga “cuando se inicie o sostenga por motivos políticos o con cualquier otra finalidad ajena al interés profesional de los trabajadores afectados”, subrayando sólo hasta “por motivos políticos”.
Es difícil desgranar las razones por los que cada español acuda o no a la huelga. Si por “motivos políticos” se entiende que las leyes y decretos que están afectando directa y personalmente a una inmensa mayoría de la población las promulga un Gobierno elegido democráticamente dentro de un sistema político, digamos que vale, aunque no tengo muy claro que no se cumpliera también la premisa constitucional de la “defensa de los propios intereses”, en este caso, laborales y sociales.
Personalmente, acudo a la huelga venciendo algunas reticencias. No me parece encomiable la labor de los sindicatos convocantes en defensa de los trabajadores, al menos en los últimos años, aunque me parezca más peligroso que, como algunos propugnan, dejen de existir. Temo que más de un cargo del PSOE termine afectado de esquizofrenia ante la consigna lanzada por el vicesecretario general andaluz, Mario Jiménez, que ha anunciado que los consejeros de la Junta “cumplirán con su obligación sin que ello les impida estar en las manifestaciones”. A eso se le llama estar en el plato y en la tajada. Los pobres, lo tienen tan difícil para convencer… Por último, me repugna que mi amigo Juan se tenga que encerrar en su nave para evitar que los piquetes le quemen los camiones de reparto: Hay quien no se entera de que la huelga es un derecho.
Hay argumentos de todo tipo a favor y en contra. Los medios guardianes de las esencias patrias recuerdan (en contra) a cada trabajador que perderá un día de sueldo y la parte proporcional de las pagas extra, aunque perder la paga extra ya no preocupe a nadie este año, y tal vez no perderlas para siempre sea una razón para ir. La CEOE advierte que el coste para las empresas ascenderá a 4.000 euros, un pico en momentos como éste, pero al final será menos, porque sus recuentos posteriores dicen que a la huelga no va nadie.
Al final, el argumento que me ha convencido es el de Esperanza Aguirre. Tras recibir su Alcachofa de Oro, jaleada por la concurrencia de admiradores que reclamaban su regreso a primera línea de la política, la gran dama respondió: “Si vuelvo es que España está muy mal”. Así que esto hay que arreglarlo como sea, y para los insignificantes ciudadanos de a pie, la única acción posible es juntarnos y exigir un cambio de rumbo.