¿La Feria?, normal

15 Ago

El lunes a las tres y media de la tarde me fui con el terral a la Feria. A la del Centro. Quería comprobar in situ las novedades de este año. Las tradicionales. Pero a pesar del sofocón, llegué a destiempo. La magia medieval para niños históricos se había acabado. Las actuaciones aflamencadas y los bailes tradicionales, supongo que también. A esa hora, la Plaza de la Merced era un solar, sin atisbos artesanales ni asomos de que fuera a arrancarse nadie por peteneras. Había muchas sillas de plástico muy bien ordenaditas bajo una carpa, eso sí. A alguna hora aún más intempestiva que casi la de los toros, debieron de usarse para algo rápido y espontáneo. Como una necesidad fisiológica de obligado cumplimiento. Folclore a las doce de la mañana, pone en el programa. Y a correr. Con tal exactitud tradicional, supuse que a la Panda de El Borge tampoco llegaba. Se anunciaba a la una y media, y dos horas en recorrer la calle Larios, ni en Jueves Santo. Supuse bien. La caminata me llevó hasta la Plaza de la Marina donde encontré muy poca gente y ningún violín de paso. La Panda de Verdiales debió de llevarse a todo su público al mismo sitio al que habían ido los del folclore de la mañana. Pero yo no sabía dónde. Pocas novedades tradicionales quedaban en el programa de Feria. Lo releí detenidamente, para no inducirme a error. A ver, 13:30h, Flamenco en Feria y dos lugares: la peña Juan Breva, que me pillaba a trasmano, o la Caseta de 101 TV. ¡Ole, en la Plaza de la Marina! Allí que fui. Y allí que me bailé la canción de Raffaella Carrá que estaban poniendo, con un mojito en la mano y un plato de aire acondicionado –maldita crisis- entre pecho y espalda. A la zona Joven de la explanada de Mena no fui. Mira que pensé que podía ser allí donde hubieran ido los bendecidos con folclore a los que no había podido encontrarme, pero se cuentan tantas cosas de aquella isla que me dio reparo -que es como mi tío Casto calificaba al canguelo-, acercarme. Quitando del programa ferial la visita a los Museos y a la Sábana Santa, que están ahí para que parezca que se hacen muchas cosas nuevas, poco de tradicional me quedaba. Pero, lo intenté…

Así que mi día de feria tradicional se acabó convirtiendo en lo que tradicionalmente habían sido mis días de feria no tradicionales. Cartojal, corrillos de risa, encuentros de botellón de gente madura con camiseta y, sobre todo, que se agradece, exaltación de la amistad. Claro que, me pregunto ¿qué se podrá hacer en la feria de Málaga si no eres autóctono? ¿Qué nos identifica? ¿El sombrero? ¿La paja? Leí una noticia muy rara sobre ocho periodistas internacionales que se habían dado un paseo en coche antiguo por la ciudad. Era de tebeo. No decía ni el nombre de los periodistas ni los medios para los que trabajaban. Como en las españoladas de los 50. Si de verdad hubiese pasado algo tan absurdo –me temo que sí-, me gustaría preguntarles la impresión flamenca que se llevaron de nosotros. Nos verán muy graciosos. Viaje pagado, recepción institucional, paseíto en coche y a escribir sobre lo que les ha pasado intentando no hacer chistes…

En fin, yo me lo he pasado en mi Feria tan bien como esperaba. Con pocas diferencias notables con respecto a otros años, si bien, he de reconocer que hasta las siete de la tarde hay menos menores achispados sin camiseta de los que recuerdo. La otra novedad constatable a ojo de resabido es que a las siete y cuarto llegan al Centro esos mismos exiliados políticos juveniles, desde su gueto. Creo que todos, si no los conté mal o doble, juntitos, en tropel y desbocados. Con su fiesta a medias y a cuestas, en busca del penúltimo coletazo a su desfogue juvenil, encauzado bajo el sol del botellón libre y permisivo del Ayuntamiento y sus Áreas desde el otro lado del río, y hasta que el cuerpo les aguante o no, en el último tranco de la última calle, a la última hora de la feria del Centro.

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