Cornucopia

4 Jul

El paro baja y el turismo se espera. Con la Eurocopa a cuestas y estos datos, da para echarse unas cañitas en el saco de la euforia. Por fin. Hoy pondré un ratito el aire acondicionado para acentuar el placer de sentirme mejorado. Me saltaré la austeridad. Imagino turistas en el horizonte con 3.400 millones en el bolsillo y un respiro que repartir, y no puedo darles forma sin estrella de navidad, camellos ni turbante. En pesetas, seremos medio billonarios si quien las hace, ha hecho bien las cuentas. Dicen que nuestros turistas se gastarán lo que valen 100 cuadros como el de Constable y sin que tenga que dimitir ningún otro experto en Arte. De hecho, en el Thyssen de Málaga no puede dimitir ninguno porque no quedan. Los echaron a todos antes de empezar porque para lo que pretenden, no se necesitan. El que sí sabe de Arte, el conservador de la Royal Academy, el tal Rosenthal, antes de dar el portazo, ha dicho de la señora baronesa que “tiene muy poco o ningún conocimiento de la Historia del Arte”, lo que la humaniza. Le pasa como a los malagueños, que sabemos poco de Arte pero de tenerlo en la sangre presumimos una jartá. Ella debe de llevarlo también en sus leucocitos azules. Como la pobreza de la que hace gala. Ya tiene, por tanto, varias cosas muy propias de nuestra idiosincrasia: museos, ineptitud artística y ni un duro. A este paso, será nombrada, de aquí a nada, hija predilecta, adoptiva o lo que tercie. Cualquier cosa con tal de que se sienta a gusto, no vaya a ser que la enfademos y se encadene a un árbol o lo que sería peor, diera un zapateao de soberbia y se llevara los cuadros a donde pudieran hacerla más rica o feliz… Y otro Art Natura en brazos del Alcalde lo convertirían en el mejor funámbulo del equilibrio a la pata coja si lo soportase, que lo creo capaz.

Pero con tanto turista que viene, con los floreros en el centro para que disfruten del paisaje, con un Museo Thyssen que enseñar y otros cuantos de cuyo nombre no consigo olvidarme, y, sobre todo, con nuestro clima, no hay de qué preocuparse. La solución a la crisis malagueña pasa por las mismas fórmulas que nos han mantenido a la cola del progreso desde que en los años sesenta nos dimos cuenta de que le gustábamos a los guiris por distintos y agrestes. Cincuenta años después, a pesar del empeño y sus deudas por disimularnos modernos, seguimos gustándoles por las mismas razones. Supongo que será motivo de alegría.

Lo que tenemos aquí es un cuerno. De abundancia pero un cuerno. Digo yo, que lo mejor sería dejarlo estar. Pero no. Hay empeño en estrujarlo. Ahora con los horarios comerciales. Hay que vender más gitanillas y toreros escaladores de pantallas planas los domingos y fiestas de guardar, por decreto. Libertad horaria de tienda china de abajo porque como vienen 400.000 cruceristas y se alojan en Málaga un millón de visitantes, así lo quiere el Gobierno.

En definitiva, esa vieja aspiración de nuestro Ayuntamiento de que nuestros comerciantes pudieran vender a deshoras se permitirá de aquí a seis meses a pesar del manifiesto desacuerdo de las asociaciones malagueñas implicadas, que consideran que esta medida sólo beneficia a las grandes superficies, que generan sólo el 20 por ciento del empleo, en detrimento de los pequeños negocios, que emplean al 80 por ciento restante. La presidenta de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico, Trinidad Fernández-Baca, exige al Gobierno que si impone la libertad horaria, aporte también ayudas y herramientas destinadas a facilitar la contratación de personal.

Esas ayudas y herramientas que solicitan los comerciantes podrían consistir en veinte gitanillas, tres ceniceros de la costa del golf, una colección de posavasos sobre Picasso y un par de abanicos del Área de Turismo, por tienda. El Gobierno, no creo, pero seguro que el Ayuntamiento ya está buscando un patrocinio para poder concedérselo. No me extrañaría.

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