El próximo sábado Málaga celebrará la quinta edición de su “Noche en Blanco”, un invento parisino para otra época que, a pesar de todo, aún sigue arrastrando secuelas en alguna de las ciudades españolas que optaron a la capitalidad cultural europea. Léase Alcalá de Henares y párese de contar. De aquel festival conjunto que nació en París y que continuaría en Roma, Bruselas, Madrid y Riga, queda poco, si es que algo. Málaga se apuntó al carro en 2008 y aún sigue subida, cuesta abajo y esperando la próxima improvisación. Esta vez, con 155.000 euros menos que gastar pero con 153 actividades culturales gratuitas -22 más que el año pasado- y 115 espacios diferentes -15 más que en 2011-. Y eso que el presupuesto de 2012 es acongojante. 45.000 euros. Dos horas del año pasado. Al señor Caneda le hizo tanta gracia lo nimio del mismo, según asegura, que el lema le vino que ni pintado: ‘¡Noche llena de sonrisas! ¡Una noche para sonreír!’ Dos veces mejor que una, por si alguien no lo entiende por incapacidad ética o crítica a la primera. Y se puede reír lo que quiera. Con razón. Pues he aquí la que sin duda será recordada como la mejor de todas las anteriores. Como siempre. Las cuentas del consistorio afirman que en 2008 participaron 29.729 personas y, en progresión aritmética, alcanzamos los 203.700 culturetas el pasado año. Por lo menos fue un número redondo. En 2012, ya les digo, serán 230.423 si les da la gana, o 231.000 si les da vergüenza contarlas con tanto afinamiento como en el Centro de Arte Contemporáneo. Así funciona esto. El éxito está asegurado. Primero porque la valoración oficial la hace el único organizador y segundo porque, a pesar de tanta torpeza, será verdad. Aunque uno de los espacios no sea el Astoria. Ni otro la copia del cubo de la tienda de Apple, más fea del mundo, y que nadie quiere en la esquina del Muelle 1. Aunque nos hayamos comido una a una cada joya de los borbones que amenazaron con mandarnos a visitar, a pesar de todo, la Noche en Blanco será lo mejor que haga este o cualquier otro de los Concejales de Cultura que nos ofrezca el dulce porvenir, mientras no sea una persona vinculada a la cultura la que esté al frente.
Así que la Noche en Blanco nos viene bien. Como un acto popular y multitudinario donde participa la ciudadanía. No para mirar, sino para formar parte del espectáculo. La cultura entendida como un vínculo artístico, tiene más que ver con pintar un cuadro que con ir a un museo a mirarlo. Los artistas malagueños, por un día, serán los artífices del arte. Los que llenen las calles, las terrazas y los bares. La Noche en Blanco es la Muestra de lo que se cuece en Málaga. De puertas hacia adentro. Sobre todo en la escasez. Porque cuando no hay dinero para pagar a los artistas foráneos pececitos de celofán con un led en C/ Larios, se da paso a los de aquí, por amor al arte. Y en Málaga, aunque invisibles por la desidia institucional, hay muchos de esos amantes. Unos cuantos picassos que anduvieron por aquí, unas cuantas veces les habrá dado tiempo a fallecer, de tanto olvido, y la de veces que le quedan por morir si el que se encarga de la cultura, lo que imagina es una persecución de catas de aceite con cruceristas al vuelo o flamenquerío ambulante de sol y sombra. Si creyera, me persignaba.
Esta Noche en Blanco el artisterío será malagueño. Y los paseantes y los mirones y las colas y los periodistas y los políticos. Probablemente todo, menos los 45.000 euros.
Y que no falte.