No sé de dónde viene lo de la niña bonita. Pero aquí está. Llega la edición del festival más precaria de las habidas pero, como el amor de los que pueden regalar diamantes, supongo que con más recortes que ayer pero menos que mañana, si es que tuviera futuro. Que yo creo que sí. A mí, su historia, la del Festival de Málaga, me recuerda la fábula del burro del gitano, que cuando parecía que se había acostumbrado a no comer, se murió. Yo sólo espero que aún coma algo. Ahora recortan y recortan para seguir debiendo cada vez más, pero un poquito menos. Siempre a punto de la asfixia. Siempre haciéndonos suponer que reventará por donde menos se espere y más pronto que tarde. Pero ahí sigue. Bailando los números con destreza apasionante. Aún come –toco madera-, pero poco. Reconcome más. Sobre todo cuando compruebas que con un tercio de lo gastado en su bonanza manirrota, aún subsiste con parecida pena y similar gloria. Ahora el presupuesto, dicen, ronda los 1´68 millones para su semana grande. Otro más, y un buen pico, hasta llegar a los 3 millones, para las actividades que desarrollan a lo largo de todo el año. Que no sé cuáles son pero supongo relacionadas con el pago de la deuda y el mantenimiento del cine Albéniz. Porque lo del cine en los distritos me da que no da. O menudo pelotazo si diese. Sea como fuere, el Ayuntamiento reconoce una aportación de 2´1 millones que por más que se estire, tampoco da. ¿Hay patrocinadores que aporten casi otro millón de euros? No, eso no. Seguro que no. La solución es un misterio. Lo de los números del festival es un baile, ya lo dije. Con música al gusto pero con letra, siempre, de tango.
Pero la niña bonita está aquí. Con un día menos, una fiesta menos y menos invitados. Poco que afecte al cine. Mucho que afecte a mi predilección por los saraos con barra libre. El festibar se fue para añorarlo. No nos queda otra, tendremos que conformarnos con sus películas. Y esa es la buena noticia. A priori, las de esta edición invitan al optimismo. Un repaso a las fichas técnicas de las seleccionadas podrían llevar a la euforia. Como cuando España –creyéndola favorita- perdía los mundiales. De todas formas, después de tocar fondo el año pasado, en cuanto a la calidad cinematográfica, el buen augurio parte con ventaja. Por muy poco que ofrezcan las nuevas, superar el nivel del pasado año no será ninguna proeza. Y casi, ni cruzo los dedos al afirmarlo. Imanol Uribe, Martínez-Lázaro, Daniel Burman y un coordinador con buen gusto cinematográfico dan que pensar en un pleno, por fin, al quince.
Habrá menos fiestas, menos mesas redondas, menos actividades paralelas, menos invitados y más recortes. De los anunciados, destacan los 88.000 euros que indican de ahorro por haber tramitado mediante concurso público los servicios de auditoría de cuentas, lonas, galas de inauguración y clausura, vigilancia y seguridad, módulos, audiovisuales y moquetas. No me gustaría tener que deducir de dicha información que hasta ahora la adjudicación de todas esas partidas se efectuara señalando, que está muy feo. Pero soy malpensado. No derrotista. ¿Se imaginen que del festival con menor presupuesto surgiera el de la mejor calidad? Quizá señalase un camino. Quizá habría que apartar algunas alfombras. Quizá el señor Caneda comenzara con la reestructuración que no termina de rematar a pesar de tanto encarar a puerta. Sería un empujoncito, digo yo. Más con menos. Y ese menos, tal vez incluyera al director casi provisional del que habla sin ningún afán continuista cada vez que tiene la oportunidad de imaginarse el Festival que le gustaría.