La Fundación Málaga 2016, que tantísimo ha hecho por la cultura malagueña en los últimos años, se extinguió la semana pasada. Casi al mismo tiempo, la Delegación de Cultura Municipal solicitaba, a la ciudadanía ociosa, propuestas autofinanciadas para llenar de contenido una Noche en Blanco que, sin patrocinios, no sabe cómo quitarse de encima. No quedan millonadas que repartir para nuevos museos. Ni tiempo de sacar a concurso una gestión en el Astoria. Ni citrinos. Pero dice el señor Caneda que se hará una apuesta por el flamenco, la gastronomía y el fútbol que regará el monocultivo que nos sacará de la pobreza algún día. Cuando en vez de dos millones, vengan veinte millones de turistas a visitarnos. Flamenco sin tablaos, gastronomía en tapas pobres al solecito y fútbol de media tabla. Tiene buena pinta. Con alguna maceta y uniformes para los cocheros, todo arreglado. Pero a medio o largo plazo y con muchos chinos que nos enseñen a valorar su paciencia.
Pero mientras, y a pesar de la austeridad, ya está en Málaga la gran exposición que dará vigor a la maltrecha cultura institucional malagueña a corto plazo: una copia de La Sábana Santa, sin Iker Jiménez. Cien mil personas a siete euros son las previsiones de recaudación que se dedicarán íntegramente a sufragar los gastos de la muestra y si sobra algo, a obras sociales. Lo que no nos han contado es qué ocurrirá si no sobra nada o si incluso falta algo. Prefiero no saberlo. Me veo de obra social subsidiaria o, peor aún, solidaria. Pero hay que ser positivos. Estas cosas del misterio tienen muchos adeptos así que, no cien mil, doscientos mil irán a ver la muestra, exposición, auto de fe o lo que sea eso tan espectacular que tenemos el gusto de inaugurar a nivel mundial, para que se enteren los árbitros del 2016 y no les quede otra que reconocer en cuantísimo se equivocaron con nosotros. Envidia nos tendrá San Sebastián, sin síndone. Tanto cine, tanto teatro, tanto jazz, tanta gastronomía, ¿para qué? Yo creo que un congreso ufológico, justo tras lo del sudario, nos convertiría en los nuevos reyes del turismo misterioso. Y sin competencia. ¿Quién va a querer competir en algo tan absurdo?
Yo lo aplaudo y si hace falta, lo apoyo. Lo del sudario va a ser un pelotazo. Me parece a mí que compite en originalidad con lo de las joyas. Por ahí, por ahí. Y las cuentas salen: estará expuesto cuatro meses, con lo que sólo precisa de mil visitas diarias, las mismas que asegura tener el Centro de Arte Contemporáneo malagueño. Lo que deberían de hacer los organizadores de este regalo es hablar con el señor Francés para que les explique su milagro de los panes y los peces y copiarlo para esta otra cosa cristiana, católica, apostólica y romana que han montado en la Catedral para regocijo malagueño y que ya ha sido bendecida y todo. Éxito asegurado y mucha cultura popular.
Yo iré mañana mismo. Me intriga. Me cuentan que es una exposición que defiende que el hombre que sufrió martirio y que amortajaron en ese lienzo que se imita, no vivió en la Edad Media. Que siembra dudas pseudocientíficas para que conjugadas con la fe, se muevan todas las montañas que hagan falta. Mejor así. Un análisis científico exhaustivo finiquitaría el negocio, y siete siglos –o veinte- dan para alimentar muchas bocas. A ver si con este facsímil también alguna malagueña, aunque sólo fuera la del quiosquero de abajo.
Francisco de la Torre, ha destacado la «seriedad» de esta exposición y ha confiado, por ello, en que «cumpla muchos objetivos: que profundice y fortalezca la fe y que profundice y complete la oferta cultural de la ciudad y que proyecte la ciudad de Málaga hacia fuera, en España y en el mundo».
Nada más y nada menos.
Hombre, los árbitros de 2016 no sé si se equivocaron con nosotros, lo que sí sé es que la Junta, como siempre, no dió un duro por nosotros. Un matiz sobre San Sebastián. He vivido en esa preciosa ciudad, y te puedo asegurar que, aparte de su festi de cine (el mejor de España) y el festi de jazz (genial) el resto del año no le llega a Málaga a la suela de los zapatos en oferta cultural. Los bares cierran a las 3 de la mañana y son prácticamente todos de rollo pijo-reggeattonero, no hay salas musicales -y aquí hay 3-, no vienen conciertos interesantes salvo 1 al año y de grupos superconsagrados -que está bien, pero no hay casi nada indie o de escena propia destacable-, no hay museos de vanguardia como el CAC o el GACMA y es conocida en todo el País Vasco como Ñoñosti y como la ciudad más aburrida de España. Los propios donostiarras lo dicen y tienen tristemente razón. Que sí, que tiene la fama… Pero es la fama y sus dos grandísimos festis. El resto, tremendamente mejorable y de hecho mejorable por Málaga. Yo huí hace 7 meses de esa ciudad, y siempre la recordaré por su bellísima estampa…. Y su aburrimiento mortal.
En lo que sí estoy de acuerdo es en la cutrada de lo de la sabanita.