Como Gary Cooper

25 Ene

Dicen que mañana, jueves, se abrirá en el Ayuntamiento lo que en lenguaje político se denomina, de forma condescendiente, una crisis de gobierno. Significa que unos se van y otros llegan. No habría que alarmarse si no fuera porque la crisis de gobierno le llega a un gobierno en crisis, o al menos con más frentes abiertos de los que nos tenía acostumbrados a contemplar.
Si por algo se han caracterizado los mandatos del señor alcalde han sido por el poco ruido con el que ha sabido manejarse a lo largo de los años. Básicamente se trataba de no incomodar a las asociaciones ciudadanas y planificar con sus técnicos adjuntos lo que éstos tuvieran a bien aconsejarle hacer. Don Francisco ha sustentado su gestión en darle toda su confianza a quien él considerara que la merecía por su profesionalidad y hacer oídos sordos a los figurantes de partido que lo acompañaban en las fotos, sin oficio conocido más allá de la política. Y le fue bien, pagando bien y endeudándose bien. A lo suyo y con los suyos. Pero los cargos de confianza, como Mourinho, no eran del Málaga, sino profesionales contratados por el Ayuntamiento. Y con la crisis, los recortes y la austeridad, ese buen pilar bajo el que se cobijaba, se esfumó, por caro. Muchos proyectos en el cajón y muchas más deudas es lo que nos queda de aquella calma chicha que se llevó la crisis económica a velocidad de vértigo y que ha obligado al nuevo viejo senador a pretender reinventarse. Y visto lo visto, no estaba ya para malabares.
Don Francisco es tan bienintencionado como siempre, no me cabe duda, pero no escuchar a quien no consideraba que merecía ser escuchado, y no contar con el aval económico suficiente para perpetuar su cruzada en solitario hacia una Málaga con un mejor futuro chapado a la antigua, lo ha llevado a destacarse personalmente, a veces, con aciertos y, otras, las menos, con desatinos, sin percatarse, quizás, de que no era ese perfil protagonista en el que se ha sumido el mejor para sus propios intereses.
El alcalde, ya sin técnicos de suficiente confianza, supongo, tomó las riendas del Astoria para anunciar que lo explotaría Unicaja. Sin comentarios. Personalmente apostó también por el Museo Thyssen y personalmente arriesgó un acuerdo verbal sin firma con la baronesa, que nos obligó a la genuflexión a todos hasta que ésta se decidió a refrendarlo con un garabato. Después, la bicefalia en la dirección, y no un asesor, sino el propio alcalde el que dio la cara públicamente para aceptar las imposiciones de la dueña de la colección. Ay, cuánta prensa cultural se acordó de nosotros, por una vez, maldita la gracia… Y el súmmum: el museo de las joyitas y sus borbones. Un desaguisado en el que si no se metió él solito, el aparataje de marketing municipal está haciendo todo lo posible para que así lo parezca.
El jueves se va Carolina España. Puede que en el peor momento para el cambio. Desbarajustando el desbarajuste. Con tanta prisa que obligará a remodelar un gobierno local que probablemente haya que volver a cambiar en marzo, tras las elecciones andaluzas. Y, sobre todo, obligando al alcalde a volver a señalarse. A decidir si confía en las listas consensuadas con el partido o si va por libre y nombra a otro delegado electo de su confianza. Mostrándose, en definitiva, entre Caneda, Maldonado, Souvirón o Andrade…
A ver si le coge el gusto al municipalismo patrio, pongo una velita, y vuelve el segundo plano de la actualidad malagueña. Le irá mejor. Nos irá mejor.

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