Cuentos

18 Ene

Enero es un mes de balances y grandes números. Una cifra vale más que cien imágenes si lo que se pretende es justificar el gasto de una gestión. Mucha gente en una foto, por ejemplo, pueden ser 7.000 personas en una manifestación según la policía o 15.000, si el que las cuenta es el gerente de un museo haciendo acopio de visitantes durante su Noche en Blanco. Lo peor de la exactitud matemática es lo inexacta que suele ser cuando la mide gente de letras o poco escrupulosa. Un número enorme puesto encima de la mesa, achanta. Sobre todo cuando su constatación no incluye senderos de control. Una de estas cifras millonarias que me dejó perplejo durante el pasado año se refería a la pasada feria, esa que hasta junio todos nuestros políticos querrán cambiar, como cada año, pero que a partir de julio volverá a ser la mejor del Sur de Europa. Decía el alcalde que se esperaban seis millones de visitas para nuestra Semana Grande o del Gran Botellón, según se mire o a qué fecha estemos. Los mismos seis millones que se anuncian cada año y que nadie puede contrastar. La semana pasada llegó la hora, sin embargo, de hacer el balance anual de las pernoctaciones turísticas en nuestra ciudad. La responsable de Turismo del Ayuntamiento de Málaga, Carolina España, las cifró en 1.635.766, correspondientes a 436.494 turistas extranjeros y 416.962, nacionales, a una media de dos noches cada uno. O cinco millones de feriantes forasteros no se acuestan o algo se me escapa de este baile de cifras por verdiales. Será que duermen en Marbella.
Aunque las cifras que a mí más me gustan son las que ofrecen nuestros Museos. El Thyssen, por ejemplo, afirma que ha recibido 183.720 visitantes en los nueve meses que lleva abierto. O sea, 700 personas diarias. Yo debí de ir el peor día, o a la peor hora, sin duda. Siendo bondadosos, podíamos ser 15 personas las que deambulamos por allí en mi primera y posiblemente última visita al salón de la señora baronesa. Pero más sorprendentes aún resultan las cuentas del CAC: 369.000 personas acudieron a sus instalaciones el año pasado según el ojímetro del comisario único del Museo. Más de 1.000 personas diarias, ¡madre mía¡ Aquí mi tino debió de ser aún más acrobático pues, que recuerde, he estado al menos en siete ocasiones en el último año. Y he de reconocer que me encanta llegar allí a disfrutar de las excelentes exposiciones –que todo hay que decirlo-, en soledad. El CAC no cobra entrada con lo que, supongo, les resultará complicado contabilizar una a una las diez o doce personas que allí se concentran a diario sin inauguración de por medio. Es más, no tengo ni idea de cómo consiguieron contar con tal exactitud a las 15.637 personas que allí se dieron cita durante la pasada Noche en Blanco, según sus propios datos. Ni cómo se apretujaron. Lo comparo con mi visita al Guggenheim, dos horas de cola a la intemperie vizcaína, harto de perro, y que anuncia “sólo” 900.000 visitantes durante el pasado año.
Decían los estudios estadísticos presumiblemente científicos previos a que se decidiese la candidatura a la capital cultural europea que Málaga era la ciudad de entre las competidoras en la que menos se leía. No me extraña, si estábamos en los Museos. 1.000 en el CAC, 1.000 en el Picasso, 700 en el Thyssen, 250 en la Casa Natal, suponen 3.000 personas a diario mirando cuadros –y sin contar la exposición de vitrinas en el Museo de las Gemas, que se inicia hoy-, ¿cuándo vamos a leer?
Y para acabar con los balances, también están los económicos y, de entre todos, el que más me ha llamado la atención es el que hace la señora Yolanda Aguilar sobre su gestión en el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga. Ha perdido dos millones pero ha generado otros setenta y ocho para la ciudad. O eso dice. Señor alcalde, por favor, si es así hágale usted otros cuatro o cinco palacetes, a ver si a fuerza de perder dinero, nos termina sacando de pobres.

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