Espero que me hayáis echado de menos durante los últimos treinta y cinco años y que os sorprenda y alegre mi decisión de retomar el contacto después de tanto tiempo. Como prueba de buena voluntad, he decidido dejar aparcado el tema de la bicicleta -por ahora- pues, al fin y al cabo, el Ayuntamiento persiste en su desinterés por ofrecerle un carril adecuado a mi escasa pericia, y no está uno ya en edad de jugarse la vida cada mañana contra todo el parque automovilístico malagueño. Por lo tanto, estoy dispuesto a seguir caminando otras tantas décadas como sean necesarias, sin rechistaros, en tanto en cuanto no consideréis a bien traerme aún la BH azul metalizada que tanto demandé y que ya sólo debe de encontrarse a la venta, como objeto de coleccionismo, en algún anticuario de Vitoria, ciudad soleada donde las haya. Lo peor para mis intereses hubiera sido que, por insignificante, ni siquiera hubieseis notado mi ausencia. Que todo es posible. El que no llora, no mama, que decía el dicho y que yo por mi idiosincrasia, suelo practicar a no ser que me indigne de forma contraproducente. La última vez en la que recuerdo haber pataleado críticamente, ajustándome al acervo popular del mamífero llorón, fue a la entrada de una de las aproximadas 40 fiestas del festival de Málaga a las que jamás he sido invitado y a las que, clamando al cielo y al infierno –y con una buena agenda de contactos-, conseguí finalmente acceder.
Pero con vosotros, majestades de mis entrañas, no fui así. Mi indignación era tal que mi soberbia pudo conmigo. Como me pasó en el Cortijo de Arte Contemporáneo del señor Francés en uno de esos ágapes poco asiduos que organiza para gente fina con los casi tres millones de euros que recibe del Ayuntamiento. Allí ni me quejé cuando vi un listado exclusivo de invitados. Me fui airado para mis adentros como para que sufrieran mi dolorosa ausencia y añorasen mi amena conversación y mejor compañía todos los selectos devoradores de sushi con pasta que allí se citaron.
Han sido demasiados años de silencio equivocado, lo reconozco. Pero os vuelvo a querer muchísimo, gracias a la crisis, y estoy dispuesto a dejar que os resarzáis de todo lo que no os he pedido en este tiempo, para que me lo traigáis recopilado y con gusto, todo en uno –o en dos, mejor dicho-. Bien mirado, ahora que está tan de moda eso de la “austeridad” en el PP, os he ahorrado treinta y cuatro viajes.
En fin, yo, para este año, en el que me he portado tan bien que ni he mencionado aún a vuestro pariente Urdangarín, ni a la fortuna que le pagamos legal y democráticamente al Jefe del Estado del Bienestar y papá político -primo vuestro, supongo-, sólo os pido dos memeces de esas que se suponen derechos fundamentales en nuestra Constitución, como el valor en la mili. No, no quiero invitaciones a saraos, ni que dejen de gastarse el dinero de los malagueños en ese tipo de actos protocolarios indecentes, ni en luces navideñas, ni en asesores taurinos, ni en museos de citrinos… Ni siquiera pediría que cesasen los sorteos de entradas para el populacho cuando se pre-reinaugure el Teatro Romano, no… Si en el fondo soy bueno y sumiso… Criticón pero bienintencionado en el sentido más desdeñoso y conformista del término. Yo sólo os pido lo que me pertenece por Derecho, porque así viene en la normativa democrática que con tanta ilusión votaron mis padres en el 78. Voy allá:
Yo sólo quiero una casa y un trabajo.
Bueno, y si puede ser, un sillón pues, mucho me temo que voy a tener que esperar sentado.