A mediados de enero se cumplirá el plazo de 120 días que dio el Ayuntamiento a los adjudicatarios de Art Natura para la apertura de lo que se dio a conocer como “el gran centro cultural y de ocio de la capital de la Costa del Sol”, aunque todo parece indicar que no será así. Según Art Natura el conjunto edificatorio donde pudieran instalarse los tres museos previstos -el de Gemas y Arte, el de Ciencias de la Tierra y el de Ciencias de la Vida- «ni se ha entregado ni podría ser entregado en mucho tiempo», porque las obras de su mayor superficie están paralizadas desde hace meses por parte del Ayuntamiento.
Tantas vueltas ha dado el asunto, sobre todo a lo largo del último año, que no me atrevo a asegurar que no habrá museo de las gemas en Málaga, aunque todo apunte a ese final, supongo que indeseable. Y digo supongo, porque por más que me haya esforzado en entender qué podría haber convertido al citado conjunto museístico no en uno de los mejores sino en el más grande de los centros culturales de Málaga, no he logrado encontrarle respuesta. He podido deducir que la grandeza se refiriera a los aproximadamente 15.000 metros cuadrados que ocuparían sus instalaciones (20.000 según la web oficial, www.art-natura.es), aunque de ser así, la afirmación con la que tanto el Ayuntamiento como los adjudicatarios del proyecto la definían, cuanto menos, resultaría tramposa.
No obstante, yo fui de los crédulos que consideraron como ambiciosa la apuesta municipal. Muy seguros debían de estar de lo que se traían entre manos cuando le dieron tanto protagonismo al humo y más aún cuando la semana pasada se hizo público que nuestro consistorio no dispuso de aval alguno en el contrato para poder recuperar el dinero aportado en caso de que el proyecto no se llevara a cabo. Debió de ser que prevaleció la confianza en el momento del acuerdo, digo yo. Ya hemos sufrido situaciones parecidas de riesgo gratuito, como ocurrió en el momento previo a la cesión de la obra pictórica de la baronesa, o con la red biznaga, en las que parece que a nuestro alcalde le gusta más actuar de funambulista que desdoblarse en la de hombre precavido.
Lo peor de este turbio asunto que finiquitará los desaguisados municipales del presente curso –esperemos- es que no sabemos qué ha pasado, si es que una parte ha intentado aprovecharse de la otra o, si acaso, ha sido la crisis la que se ha aprovechado de las dos. Yo que creo en las buenas intenciones de partida, imagino que los números no le salen a ninguno. Tal vez el Ayuntamiento no pueda afrontar el desembolso total de sus compromisos, o quizá, los de Royal Collections no consideren viable el mantenimiento de tan magnífico –por lo extenso- espacio cultural y de ocio. A la postre, algo que el Municipio y la empresa consideraban beneficioso, ya no lo es. Está claro. Y alguien pagará los platos rotos. También. No creo que necesite explicar aquí quiénes seremos los últimos perjudicados, sobre todo por el hábito con el que nos toca.
En definitiva, otros cinco millones de euros han volado. Y de no llegar a un acuerdo, qué pena, el mundo malagueño se perderá poder observar el Citrino rutilado Cahimbó o el Topacio Lua de Marabá. Imprescindibles, sin duda, para nuestro ocio y nuestra cultura.