Me han dicho que la estrella navideña ya ha llegado a algunos puntos de la geografía española. En Teruel, por ejemplo, ha comenzado una campaña, “Besos por Navidad”, en la que la moneda de cambio será el beso-vale, que se podrá canjear por horas de parking o entradas para el cine. La idea ha sido tan tierna como efectiva pues se han sumado a ella la mayoría de comerciantes, ofreciendo descuentos de hasta un 10% en sus artículos a cambio de dos o tres besos, dependiendo de lo tacaño que sea el encargado. Esta idea que no ha surgido de ningún licenciado en economía, ni siquiera de otro en marketing, se le ocurrió a un cantautor turolense de fama muy localizada, quinientos metros a la redonda por los alrededores de su casa. El joven en cuestión, David Sancho, compuso un villancico, “Besos por Navidad” y salió a la calle dispuesto a besarse con quien se encontrara en el camino, mientras le entonaba su cantinela. Uno de los besados fue el gerente del Centro Comercial Abierto de Teruel, que interpretaba en su vida real el papel de Mr. Scrooge, debido a la consabida crisis que obliga a cerrar los pequeños comercios del Centro de aquella ciudad y tanto lo malhumoraba. Pero aquel beso cantado le cambió el día. Se volvió tan buen hombre como cualquier otro esperanzado, como los de antes, como los que convivíamos en la era del ladrillo especulado, y le propuso a aquel perroflautista de Hamelin que siguiera cantando su canción, a ver si lo seguían los compradores hasta las tiendas. Y ha funcionado. Dicen los comerciantes que las ventas se han incrementado un 17% respecto a las del año pasado. Y además, Teruel existe. Ya he disfrutado de la noticia en dos telediarios.
Y la estrella, desde Teruel, se le perdió el rastro hasta que se la vio el otro día en un pueblecito de Granada, Dúrcal. Allí, el alcalde decidió ahorrarse las luces navideñas y quitarse el sueldo para que veinte parados del municipio pudiesen soportar mejor sus navidades con setecientos euros extra en el bolsillo. Mira que podrían ser tristes las navidades sin lucecitas. Y mira qué felices están, a cambio, en el pueblo. Esa es la diferencia entre la caridad y la solidaridad. La caridad se produce entre los poderosos y sus débiles. En cambio, la solidaridad, sólo es posible entre iguales. Las Navidades perfectas son las solidarias, queda claro. Todos nos podemos besar, o todos podemos prescindir de las maravillosas lucecitas para conseguir un bien común. Setecientos euros de la nada por un trabajo, es solidario. Los mismos, regalados, son caritativos. Y dramáticos.
Extrapolar estas noticias a Málaga, sería complicado. Aquí se dan limosnas y se ponen muchas lucecitas. Málaga se gasta más que Barcelona, Sevilla o Valencia en iluminación navideña. 900.000€ de caridad municipal. Y sólo se debe a una causa: el contrato con el empresario de las luces es por trienio. El próximo año, lo mismo, ya se doblen o tripliquen las colas del paro. Aquí una campaña de besos sólo sería posible de la mano de un asesor que contratara a un economista, que contratara a un experto en marketing, que contratara a un perroflauta, por un montante total de otros 900.000€ de austeridad por el bien del comercio. Y, por supuesto, no habrá alcalde ni concejal malagueño que renuncie a su sueldo, a no ser que se vaya al senado (y por imperativo legal). Sólo con los 900.000€ de las luces y los 67.000€ a los que ha tenido que renunciar el alcalde obligado por sus nuevos menesteres patrios, se podrían contratar a 1.381 parados malagueños como los 20 de Dúrcal. Sin luces caritativas, con navidades solidarias. En general, un poquito más contentos de nosotros mismos.