Los medios de comunicación parecen confirmar en sus titulares que, en efecto, vivimos en un mundo Matrix. La realidad que nos rodea no nos pertenece, o sí, pero tanto como los enormes langostinos que un tipo se está comiendo frente a mí en este chiringuito desde el que escribo. Esto es tras convencer al hombre de que los langostinos enormes se crían en un planeta del que todos somos parte, responsables e incluso miembros de la cadena alimentaria, le indicaría que yo también soy dueño de ellos y no me cabe duda de que accedería a compartir tan suculento plato conmigo y los comensales adyacentes. Ventajas de pensar siempre en términos de ciencia-ficción. El caso es que según leo cada día los titulares periodísticos más me convenzo de que vivimos en una sociedad cada vez más Matrix, menos del ciudadano, como los langostinos que este hombre de enfrente ya se ha zampado y no compartió conmigo.
La semana pasada, tras muchos desajustes bursátiles, subidas de la prima de riesgo, de los diferenciales y bajadas de los índices y de toda esa terminología económica que el ciudadano medio ya maneja como un bróker neoyorkino, se reunieron los líderes europeos y por lo visto a partir de ahí las primas, los desequilibrios y demás terminología se iban a teñir del verde esperanza con que se dibujan las buenas perspectivas monetarias que, según esos mismos líderes, tanto necesitamos para que se cree empleo y regrese la bonanza. Pero no. Se ve que los grandes líderes europeos, esos que tienen bajo sus órdenes grandes ejércitos, incluso armamento atómico, como en el caso francés, pintan poco cuando se trata de ordenar mercados, primas e índices. Por tanto, habrá algo por encima de ellos para que esta semana la situación macro-económica se vea idéntica a la de hace varias semanas. Y hablo de la macro, porque la micro sí que está para muchísimas familias tal y como estaba hace cosa de ya bastantes meses, bajo mínimos y con la prima de riesgo convertida en la reina del frigorífico, la despensa y la almohada.
Vivimos pues en una perpetua sensación de que nos gobierna alguien al modo Matrix. Cualquier día va uno a comprar el pan y se tiene que liar a patadas y guantazos con un tipo de traje y gafas negras que se intenta llevar la última barra. Pero se trata de un mundo Matrix con ciertas aficiones de escalera de vecinos, nada de glamour. En un mundo tan globalizado para ciertas cosas, como los movimientos de capital o la difusión de noticias, y tan poco unitario para otras, como la homogeneidad de derechos laborales o extensión de los derechos humanos, sólo corren como la pólvora los sucesos dañinos para los pueblos. La crisis del pepino y las verduras españolas, con la consiguiente pérdida de empleo y dinero en Andalucía, fue causada por una acusación falsa de alguien a quien nunca hemos conocido. Método que iguala el rigor informativo al cotilleo que pueda brotar desde la carnicería o el súper del barrio y que descalifican porque sí a cualquier mocita o mocito de sus alrededores. Ningún medio de comunicación pensó que en España varios miles, o cientos de miles de ciudadanos alemanes se estaban poniendo ciegos de gazpachos, porra archidonesa, ensaladillas de pimientos o langostinos enormes, como aquellos de la mesa de enfrente que me hicieron saltar las lágrimas. Un mundo Matrix sólo para lo malo.
Ya vendrán mejores tiempos, me consuelo mediante mi tinto de verano y mis patatas fritas. Pero vendrán cuando convengan a esos órganos más poderosos que los gobiernos y que los cotilleos financieros que han convertido el mundo más que en aldea global, en portería de vecindario. Algún día alguien a quien ni conocemos, ni jamás veremos en ninguna de nuestras barras de bar, hará cuentas y verá que le conviene que el proletariado se hipoteque de nuevo y que corra algún dinero por sus bolsillos. Entonces llegará un ciclo alcista y dará gloria leer los titulares periodísticos y los correos donde los bancos ofrezcan créditos como rosquillas y todas esas cosas que alegran a la ciudadanía con fuegos de artificio y billetes de jugar en la cartera. Entonces disfrutaré si me puedo comer unos langostinos enormes ya del todo convencido de que vivimos en un mundo Mátrix que ni nos pertenece ni podemos hacer nada para que cambie.