Ayer se confirmó el secreto a voces. El organigrama cultural de la provincia se ha completado con el fichaje de relumbrón que todos esperábamos en el Málaga CF. Salomón Castiel vuelve a casa, como Isco. La última pieza del puzle ha sido crucial para entender cada movimiento en la estrategia de puestos, cargos, sueldos y confianzas culturales de las nuevas corporaciones locales. Primero se designó a una experta en Medio Ambiente, titulada y con varios masters europeos en la materia como Diputada de Cultura y al que se esperaba en esa Área, ya que había ejercido de portavoz cultural en los debates televisados de la provincia durante los últimos años, Juan Jesús Bernal, se le nombró diputado de Medio Ambiente. Un cambio de cromos que aportaba lixiviados a mis dudas existenciales. Lo que no se comprendía, ya sí. Mejor que lidiase con el miura una joven de 28 años sobradamente preparada, que uno de los pesos pesados, sobradamente resuelto.
La primera pista del thriller fue la buena. En la toma de posesión como presidente de la Diputación de Don Elías Bendodo apareció un motorista, que tras despojarse del casco de seguridad, y cerciorar a los asistentes de que sobrepasaba el parecido razonable, asumió el protagonismo de los rumores entre la concurrencia: era él. Los más impulsivos lo señalaron desde entonces como el futuro director del Área de Cultura de la Diputación de Málaga. Los más precavidos, y yo, el más tonto, carecíamos aún de la fe necesaria. ¿Cómo iba a dejar su puesto en la Mostra valenciana donde podía cobrar el doble de los “míseros” 55.000€ que puede ganar un director de Área en la Diputación más austera que iba a conocer la historia de nuestra ciudad? Si un festival sin alfombras rojas ni estrellas es un cineclub con medios, como aseguró en una sentencia célebre, ¿qué sería programar la actuación de una folclórica quinceañera en Canillas de Aceituno –pueblecito precioso, por cierto-? El que hizo grandísimo nuestro festival –excesivo para algunos- y trajo la mejor programación que ha pasado por el Teatro Cervantes, no podía colmar sus expectativas con una reducción tan profunda de sueldo, público –el de los municipios de menos de 20.000 habitantes-, y presupuesto.
Pero, cuando se tienen ganas de hacer las cosas bien o, al menos, cuando se tienen ganas de hacer las cosas, no hay obstáculos insalvables en la planificación política y durante los últimos días se produjeron una serie de acontecimientos encaminados a resolver de la mejor forma posible el rompecabezas. El pasado día 13, la diputación y el Ayuntamiento de Marbella –de al menos 20.000 habitantes- anunciaron la firma de un convenio para impulsar políticas de Turismo, Juventud, Cultura y Deportes: “ésta será una legislatura en la que iremos de la mano y en la que presentaremos importantes proyectos a la Diputación”, aseguró la alcaldesa, Ángeles Muñoz. Dos días después, similar acuerdo con el Ayuntamiento de Málaga –de al menos 21.000 habitantes-, circunscrito a crear una mesa político-técnica entre ambas administraciones en materia cultural que abra “una nueva época de colaboración más fecunda”, en palabras de Don Francisco de la Torre. Málaga, Marbella, mesas político-técnicas… ¡A que viene!
Aún quedaba el nimio obstáculo del sueldo. Se apisonó el mismo día 15 de julio. Dijo Salado: “en la FAMP nunca se ha hablado de los cargos de confianza y de alta dirección” y ellos quieren “profesionales que saquen del embrollo administrativo, económico y jurídico al que el PSOE e IU han sometido a la Diputación”. Le faltó decir cultural. Conclusión: habrá directores generales que puedan llegar a cobrar 25.000€ más que el alcalde o el presidente de la Diputación. Oblaré anunció ayer la esperada inesperada buena nueva y además: “Vamos a intentar traer lo mejor que haya en el mercado y a los precios que están ahora”. Y ya está.
Bienvenido Salomón. La cultura malagueña está en tus manos.