Ya pasaron las municipales más aburridas que recuerdo y todo ocurrió como nos contaron las empresas demoscópicas y sus horquillas. Hay que felicitar al PP y sobre todo a la ciudadanía. A partir de ahora, se trata de arrimar el hombro y apoyar al gobierno municipal que, legitimado por la fiesta democrática, deja de ser partidista para convertirse en el de todos. Y necesitará de nuestro apoyo, más especialmente que nunca, debido a la penosa situación económica por la que atravesamos y los necesarios reajustes presupuestarios que todos nos tememos aunque, por supuesto, precisará también del control democrático que se exige al buen gobierno, tanto a nivel de organización interna como a través de una oposición que no desfallezca en el cumplimiento de sus obligaciones de revisión y censura.
En cuanto a los resultados, el examen de conciencia debe pasar cuentas en el seno del PSOE, empeñado en eliminar sus voces discrepantes durante los últimos años. IU puede haber perdido otra oportunidad y a UPyD le toca quejarse de la ley electoral que le ha impedido conseguir un concejal por la exigencia del 5%. El PP, sobre todos, ha ganado trabajando.
Respecto a las novedades de campaña, destaco el fenómeno exógeno que surgió de la indignación espontánea y que tomó la calle a través de llamamientos virtuales, de los que poco entiendo y cada vez más, me gustan. La democracia real es esta, claro, y no en contrapartida a la “falsa” que algunos críticos han querido ver señalada por estos ciudadanos en cuanto al momento relevante del sufragio. Una democracia será en mayor medida cuanto más participativa consiga ser, sin restar, sumando. No es posible una democracia sin el derecho al voto pero no es suficiente una democracia sin el derecho a participar en el día a día. Y si son cuestiones, de por sí, indiscutibles, no les resta valor que algunos ciudadanos decidan recordarlo tomando parte en concentraciones, de forma activa. Esta sentada favorece a la democracia como ejercer el derecho al voto. Y también a los grandes partidos, criticados, que, sin duda, habrán hecho suyo el toque de atención, sin sobredimensionar sus respectivos resultados electorales –o deberían-.
Esta campaña, también, se ha diferenciado del resto en la ausencia de concreciones a la hora de prometer. Cada programa se ha sustentado, más bien, en una declaración de buenas intenciones que no tanto en la de ponerse manos a la obra, sin embargo, hay algunos puntos del presentado como “marco provincial” por parte del PP que me animo a destacar por la premura en la que me complacería celebrar su ejecución. Se refieren a sus propuestas sobre austeridad y eficacia. Prometen reducir en un 25% los gastos corrientes, salvo los afectos al gasto social y el fomento del empleo, así como reducir el número de asesores y cargos de confianza, estableciendo, para los que queden, un tope salarial. También, reducir a lo estrictamente necesario los vehículos oficiales y las partidas de protocolo y crear una Comisión Municipal de seguimiento de contratos menores para una mayor transparencia. Junto al desaguisado cultural, todos estos aspectos han sido los más criticados por oposición, medios y ciudadanía a lo largo del anterior mandato. Me ilusiona conocer ese tope salarial de los altos cargos y a los miembros que formarán esa Comisión Municipal que velará para que los contratos que se asegura que no se adjudican a dedo, aunque la ley lo permita, no lo sean.
Es la hora del margen de confianza. Tenemos el mejor gobierno posible, que no es otro que el que sale de la voluntad soberana del conjunto de la ciudadanía. Hay que estar ilusionados.