Hace ya unos meses que me hablaron del proyecto de un colectivo ciudadano que pretendía crear una zona cultural en el ensanche del Muelle Heredia, algo así como un Soho malagueño. La idea me agradó tanto que sólo puedo achacar el haberla relegado de mi memoria consciente a la risa que me produjo soñarla. Pero aquel proyecto ha seguido su camino empecinado, a pesar de las trabas de los amigos descreídos y sus –mis- risotadas y, ayer, cuando los benditos ilusos se reunieron con el alcalde y se lo expusieron, consiguieron su apoyo público. Esto no hace que me confíe demasiado en cuanto a que finalmente se lleve a cabo, pero sí que me vuelva más exigente. Ya no me río tanto. Si el gobierno municipal ha dado ese pequeño paso, que no sea de cara a la galería, sino de cara al barrio de artistas que tanto cuesta que nos creamos. Ahora toca implicarse. Desde las instituciones, sí, dando luz verde a la hoja de ruta que hayan planteado los creadores del invento pero, también desde esa inmensa minoría de ciudadanos que verían con buenos ojos la idea pero seguimos con la fe en coma y sin tiempo de ir a visitarla al hospital.
El posicionamiento del alcalde ha sido bueno para el proyecto. Está claro que sin su apoyo, ningún empeño podría pasar de la mera pataleta de los promotores con concentraciones-camping frente al Ayuntamiento, tres malabaristas y dos mimos recogiendo firmas de apoyo de los vecinos a la puerta de un night club y una sentada frente al CAC con 46 personas y un megafonista. Ahora bien, ya que Don Francisco de la Torre ha oficializado su apoyo y se ha superado el primer escollo, el segundo paso, teniendo en cuenta antecedentes, da miedo. Podría ser el de dejar trabajar a la asociación que ve viable convertir la marginalidad del barrio en artisteo, a su ritmo, empezando por solicitar de las instituciones el traslado a esa zona de los puestos de flores, pedir que se agilicen los trámites de las licencias de apertura y que se concedan beneficios fiscales a los emprendedores con sesgo artístico que decidan radicarse en el barrio, o favorecer la peatonalización del lugar, como plantean los precursores o podría ser, de ahí el espanto, crear mesas, pagar planes, contratar consejeros y encargar fundaciones por parte del Ayuntamiento, que es lo que se suele hacer por estos lares, siempre abovedando el río y sus afluentes.
Es muy difícil pero igual de bonito. El Soho de Nueva York se creó de forma natural, cuando los artistas, esos vagos que tan poco le gustan a Rajoy porque no se levantan, según él, a las seis de la mañana, se ubicaron en los años 60 en el único sitio de la ciudad donde sus escasos ingresos se lo permitían. Aquel barrio era tan barato porque era una zona industrial abandonada y las antiguas fábricas se convirtieron en sus apartamentos, estudios y lofts. Hoy en día es una zona exclusiva donde se aglutinan las galerías más importantes del mundo y los mejores restaurantes o boutiques de Nueva York. En Málaga, se trataría de convertir una zona deprimente –que no deprimida- en barata y seductora para los artistas. Un atractivo turístico cultural frente al puerto, con jazz en los bares en lugar de explotación sexual, salas de exposiciones con nombres de sex shop, con un teatro que no hay que construir y un Centro de Arte Contemporáneo para quedar. Callejeo nocturno en lugar de nocturnidad callejera.
Buena pinta, poca fe.
Lo triste, es el trasfondo por el que se lleva a cabo este movimiento. Quieren forzar lo cultural, para revalorizar una zona en la que hoy en día nadie es capaz de vender un solo metro cuadrado.
En Málaga hay unas cuantas zonas con más solera, más arte, y donde los jóvenes y artistas de la ciudad se han sentido más agusto siempre, por las que nadie ha apostado.
Y mira, unos cuantos con influencia, y porque no algo de dinero. Para pagar sus agencias de comunicación, sus diseñadores, sus conciertitos. Y ala..usemos al artista para el negocio nacional. Revalorizar el metro cuadrado.