Sin coche oficial

El pasado lunes, 15 de marzo, se produjo la inauguración de la nueva terminal del aeropuerto de Málaga al que acudieron altos representantes institucionales y donde no podían faltar nuestros concejales. Pero la fecha parecía haberse congraciado con el destino para jugarle una mala pasada a alguno de ellos, pues era también el día que expiraba el contrato de renting de nuestro Consistorio con la empresa encargada de suministrar el parque móvil del Ayuntamiento.

Diez días antes, como responsable de los Servicios Operativos municipales, Teresa Porras había anunciado que se reduciría la flota existente de los veintitrés vehículos contratados hasta entonces a sólo ocho, que serán de los que se disponga a partir de ahora, como medida de austeridad que conlleva, según indicó, un ahorro cercano a los cien mil euros, supongo que anuales.

Pero, como hasta el domingo 14, cada uno de los miembros del gobierno municipal disponía de uno de esos coches, el día del gran estreno de la T3 se produjo lo que muy acertadamente el redactor de La Opinión de Málaga, Javier García Recio calificó ayer en el diario como “una caprichosa conjunción”; nuestros concejales ataviados con traje y gomina de gala para tan magnífico momento, sudaban la gota gorda en sus vehículos particulares en los alrededores de la Casona del Parque en busca de un aparcamiento que les permitiera subirse al autobús que los trasladara al acto. Fue como su primer día de cole, aún en pantalones cortos pero con zapatos nuevos y el fotógrafo Carlos Criado no desaprovechó la ocasión para plasmar el instante con su habitual destreza.

Confiesa Don Javier García Recio que “ver ayer a los señores concejales oficiando de ciudadanos normales, buscando inútilmente aparcamiento como cualquier hijo de vecino, resultó conmovedor”. Y yo me lo perdí.

También alguno de ellos, poco acostumbrados a la monotonía mortal, estuvo a punto de perderse el acto de la foto junto al Rey y por el bien común, debió de ser, optó por saltarse las normas de circulación. Doña Teresa Porras, por ejemplo, aparcó su coche en un espacio reservado a personas con discapacidad a pesar de que un policía local pretendiera reconducirla en su actitud. Hubo algún otro que prefirió dejar su coche sobre un paso de peatones o mover una valla para hacerle sitio al suyo. Todo por Málaga. Por estar representando a los malagueños en la inauguración de la nueva T3.

Digo yo, que en correspondencia a tan buena voluntad, seremos los ciudadanos los que paguemos las multas que, en cumplimiento de su deber, se viera obligado a imponer el policía local de turno. Qué menos. Aunque, supongo que para la próxima ocasión, sin la presión del momento, se acordará alguno de nuestros ediles de que existen un montón de plazas de estacionamiento en los baratísimos aparcamientos subterráneos municipales que nuestro alcalde diseminó por la ciudad cuando éramos ricos.

Doña Teresa Porras puede ser que no haya predicado con el ejemplo de civismo en cuanto a tráfico se refiere. Para quien no la conozca, como es mi caso, se ha fotografiado en un estado de necesidad imperiosa como una persona que considera que el buen fin justifica cualquier medio que la lleve a tiempo a una cita. Pero ahorradora, un montón. O tal vez. Habrá que ver a cuánto asciende la cuenta del incremento en la seguridad de nuestros ediles y sumarle lo que marquen a diario sus taxímetros. Yo no digo nada, solo escondo la mano.