He leído en La Opinión de Málaga una noticia que señala de nuevo a Málaga en la cola de un estudio científico. En esta ocasión no se trata de una encuesta, sino de una recopilación de datos contrastados que dejan poco espacio al debate. Sinceramente, me cuesta explicarme la facilidad con la que solemos copar el último puesto en toda clase de estudios comparativos que conlleven alguna gama de rubor entre sus curvaturas. Yo creo que si alguna ciudad se propusiera ser la última en algo, le costaría años de esfuerzo aprender de nuestra idiosincrasia en busca del empate.
Málaga es la provincia española con menos librerías por habitante mientras Teruel reclama que no existe sin saber la suerte que tiene a veces. Quién pudiera desaparecer. Como los famosos que se borran de los listines telefónicos.
Nosotros sí existimos con una librería cada 10.764 habitantes. Y alfabetizados. La sociedad del bienestar nos enseñó a leer y a escribir y eso nos ha servido para intercambiar mensajes a través del móvil. Será que no tenemos tiempo que dedicarle al ocio de la lectura. No sé. Mi abuela me decía que la gente egoísta no leía porque no le interesaban las historias de los demás. A mí, me preocupaba porque siempre me he considerado el ombligo del mundo, pero no era para tanto. Aún no he leído un libro en el que no me haya visto reflejado. He sido el héroe, el feo y el villano tantas veces como cada libro me ha dejado.
Pero yo no me quejo –casi-. Yo no necesito ninguna más de las ciento cuarenta y ocho librerías de Málaga. Y ninguna de ellas, supongo, que esté necesitada de más competencia. No creo que ningún librero de Málaga vaya a hacerse rico. Pero yo sí me siento más rico cada vez que paso una de las páginas que me han vendido. Eso es armonía.
Aquí la coplilla de la Málaga bravía, que los malagueños nos creemos dedicada, vendría que ni pintada. Porque tabernas las hay. Pero tampoco conozco a un buen lector que no le gusten. Doscientas páginas placenteras lo son más en doscientos bares distintos. Uno por página de un libro, sería el número ideal. Y un tabernero sí puede hacerse rico, con lo que te produce la misma armonía pero menos remordimientos de conciencia.
La coplilla dice que en Málaga hay mil. La que los abulenses creen propia habla de 40. En Caravaca son 100. En Sevilla y en Madrid, 300. En el fandanguillo de Huelva se habla de 500. En Carmona, como en Málaga, 1000, aunque allí ninguna librería. En Córdoba, más de mil. En Soria, las tabernas son “muchas”. Pero la palma se la lleva un pueblecito de Ourense, “Ribadavia, ciudad bravía, dieciocho mil tabernas y una sola librería”. Que visto, lo visto, si la única está bien surtida, no sería un mal lugar para vivir.
Tenía un buen trabajo, qué duda cabe, el trovador que se hizo el camino con la copla, haciendo recuento de librerías entre taberna y taberna para cuadrar la rima de tan exitosa redondilla.
Lo que yo propondría a los responsables de la empresa que ha realizado el estudio –la compañía se llama 11811- es que ahora hagan un compendio de tabernas en las mismas ciudades. Que las dividan entre las librerías y que vuelvan a hacer otro listado. Los últimos serán los primeros y las valoraciones subjetivas. 178 librerías y 35.000 bares gana. O si no, la UEFA. Cantamos la copla y nos ponen una medalla.