El intento de alcanzar un Pacto de Estado contra la crisis, promovido sobre todo por la insistencia de CiU, inició ayer su andadura con la primera toma de contacto entre este partido y el del gobierno. Se trata de una medida urgente, supongo que necesaria, a la que le va a resultar muy complicado alcanzar su buen fin. El mayor escollo para que pueda llegarse a algún principio de acuerdo, aunque sea de mínimos, lo encontramos en el espíritu democrático en el que se sustenta nuestro Estado de Derecho, donde los partidos políticos cumplen una misión fundamental. En España, los partidos no son el blanco y el colorado como en algunos países sudamericanos, por ejemplo, que personifican tradicionalmente a los dos caciques latifundistas que se enfrentaron en las primeras elecciones democráticas de su país entre golpe y golpe de estado, sino que representan dos maneras de entender, precisamente, los grandes números de la economía, una, desde un punto de vista esencialmente liberal y la otra, desde otra perspectiva, la proteccionista, supuestamente más solidaria. Si partimos de este hecho, la capacidad de encuentro se presume inviable. Asumir recortes en el gasto social o en los impuestos, supone una renuncia a los postulados ideológicos de la socialdemocracia y no demandarlos, por parte de los liberales, exactamente lo mismo.
El problema radica en que no se trata de llegar a un acuerdo sobre Educación, ni hablamos de un pacto contra el terrorismo, ni tampoco se pretende concertar un reparto de competencias, donde el diálogo y las contraprestaciones compensarían el esfuerzo de encontrar un conjunto de mínimos que firmar entre gobierno y oposición, sino que se trata de renunciar en parte, a los supuestos ideológicos por los que cada ciudadano te ha prestado el voto. ¿Y quién te da esa potestad?
Sin ir más lejos, en el último barómetro del CIS, de enero de este año, se puede ver lo que la ciudadanía considera que son los valores de la derecha o de la izquierda de manera muy concreta. Así se identifica con “ser de izquierdas”, la igualdad, la honradez, los derechos humanos, la libertad individual, el progreso, la solidaridad, el idealismo y la tolerancia, y con “ser de derechas”, la tradición, el orden y la eficacia.
No es imaginable un pacto de Estado contra la crisis en la que el PSOE admita que ha equivocado su política económica y le dé un cambio de rumbo, ni tampoco aquel otro en la que el PP no exija que se modifique el planteamiento económico que considera y vocea, nos está llevando a la ruina. Tanto si cede uno como otro, perdería buena parte de su apoyo incondicional.
El PP tiene toda la ventaja. Si las cosas siguen como están, cada día que pase obtendrá más votos de los dispuestos a cambiar solidaridad por eficacia. Y si se produce el cambio en la política económica hacia sus postulados a raíz de cualquier pacto de Estado, el gobierno estará reconociendo explícitamente su error y pidiendo perdón hasta las próximas elecciones.
Al Gobierno sólo le cabe señalar al PP como un partido insolidario que no es capaz de llegar a un acuerdo que apoye la misma política económica que lleva haciendo durante los últimos años. Y al PP, esperar a que no haya elecciones anticipadas antes de que amaine la crisis y pueda colgarse la medalla de la recuperación económica sin demasiado esfuerzo.