Ha dimitido el señor Marmolejo. Como concejal. Pero algo debe de haber hecho, tan bien, que para el Presidente del Partido Popular en Málaga, Elías Bendodo, “no cuenta con el mismo apoyo y confianza, sino con más”. A mí, que soy torpe, me gustaría entender algunas afirmaciones de la política de la ciudad. Algo se me debe de escapar porque, por más que me esfuerzo en encontrar la lógica a dichas manifestaciones, siempre me tropiezo con su cuñado.
Me cuestiono, como digo, qué es lo que ha podido hacer Don Manuel para que a Don Elías le dé mayor confianza y lo único que presumo es que pueda deberse a que ha reconocido su “error”. Si este fuera el caso, muy mal parados dejaría al resto de concejales, al menos en cuanto a confianza, porque si da mérito a que uno confiese algún “desliz” es porque no las tiene todas consigo en cuanto a que los demás hicieran lo mismo. O al menos, eso parece.
Yo creo que no se debe de hacer leña del árbol caído. Pero tampoco considero que se haga un gran favor a la democracia consintiendo las canitas al aire a la ética de un concejal que no sabía que estaba mal, ni prohibido darle trabajillos –o no abstenerse de hacerlo- a una persona de su ámbito cercano. Y ha dimitido porque se ha enterado de que es ilegal, o sea, por lo prohibido del asunto, qué duro el devenir del destino, porque mal, lo que se dice mal de andar por casa, no debe de verlo mucho. Él asegura que no sabía que contravenía la ley pero yo no he escuchado aún que reconozca que éticamente su posición haya sido poco plausible.
Yo no conozco de nada al señor Marmolejo. Lo he visto por primera vez en las fotos con cara tristona que lo asoman a la opinión pública a través de la prensa. No se le ve arrogante, ni vanidoso, puede que por la piedad del fotógrafo. De propiciarlo sus amigos, su caso pasaría a mejor vida en pocas semanas. Sería un concejal más que se iría de la política con las orejas gachas por haber metido la pata, con dos botellas de chivas regalo del partido, una cesta de Navidad y un traje gris, sin que fuera señalado por la memoria ciudadana como aquel que dio un pelotazo urbanístico y se fue con los bolsillos llenos. Y a otra cosa. A pedirle trabajo a su cuñado o a convertirse en el cuñado de otro, que produce menos estrés.
Pero, no. Dice Elías Bendodo que no. Que no lo apartan para que se nos olvide sino que va a seguir siendo la mano derecha de no sé qué cuerpo. Y yo no sé si será una pose de palmadita política y si te he visto no me acuerdo, pero si no es así, si de verdad va a seguir formando parte de la cúpula del partido popular malagueño o del rarísimo entramado municipal, flaco favor se le estará haciendo tanto a este “pobre” señor, que no lo dejan ni que se vaya a expiar sus culpas en las distracciones del olvido, como a la credibilidad del partido, que demostraría su (in)capacidad para hacer borrón y cuenta de renovada confianza con las personas menos indicadas. Simplemente, con escribir cincuenta veces en la pizarra “no volveré a favorecer desde mi cargo público a amigos o familiares”, en algún cursillo para concejales, nos liberaría de excusas de que no se sabía que no podía hacerse. Pero, si no hay más remedio, si el Partido Popular se empeña, habrá que seguir acordándose del asunto pues, por más que se empeñen, ya nadie podrá descolgarle a Don Manuel, la foto de su cuñado de la frente.