Leo en La Opinión de Málaga que el 93,4% de los jóvenes malagueños que trabajan lo hacen con un contrato temporal. No he podido evitar echarme las manos a la cabeza. A mí me pasa que siempre que veo porcentajes de esa magnitud, me asusto. Yo creo que más del noventa por ciento en cualquier cosa conlleva cohecho o prevaricación, aunque sea impersonal. Si un equipo de fútbol alcanzase esa posesión de balón en un partido, sospecharía de tongo, como me ocurriría con la pantomima de elecciones libres en cualquier dictadura bananera amiga de Occidente si consiguiese tales resultados. El 93% es mucho siempre. Incluso el 93% de nada, la engorda muchísimo. Sería una nada enorme.
Yo soy amante de la Ley de los Grandes Números, único concepto económico con el que comulgué en mi etapa de estudiante y que aún recuerdo, que sostiene que los extremos se anulan unos con otros, para tender a las zonas centrales de las curvas. Este concepto erótico me sirvió para dejar a un lado las extremidades en ciertas relaciones de mi adolescencia, absolutamente fallidas, y para pretender encontrarle algún equilibrio a los datos científicos en cualquier estadística, sin conseguirlo tampoco.
En este caso, hay poco que analizar. Si más del 93% de los jóvenes que trabajan tienen contrato temporal, significa que a penas un 6%, lo tienen indefinido. Me quito, al fin, las manos de la cabeza, curado de espanto. Sobre todo porque estos datos que señaló ayer el secretario general de CCOO de Málaga, Antonio Herrera, se refieren a menores de 25 años.
Será por lo poco aficionado que soy al trabajo, o porque intento encontrar el lado positivo de las cosas, pero no sé si me preocupa más el joven temporero que pone cañas para pagarse los estudios durante dos meses de contrato precario o aquel otro que con 22 ó 23 años ya ha encontrado el trabajo precario indefinido de su vida indefinida, que se la ´arreglará´ durante los próximos cuarenta de existencia, hasta que se jubile. Cuántos de ese 6% serán afortunados de haber encontrado un buen trabajo no lo sé, pero lo supongo.
En España existe un grave problema con la temporalidad en los contratos laborales. Algunos, sin atreverse a decirlo, abogan por abaratar aún más el despido, cosa que ni entiendo ni comparto, pues el finiquito está de rebajas desde hace más de una década. La problemática empresarial radica en la inseguridad en la producción y no en la carestía del despido. Lo que preocupa a la empresa es la rentabilidad y lo que la atenaza, la posibilidad de que la crisis disminuya la demanda y le sobren empleados en el futuro. Si la empresa actual no contrata indefinidamente es porque no sabe qué le deparará el medio o largo plazo.
Tampoco lo saben los jóvenes que se enfrentan sin experiencia al duro mercado laboral. Pero, sinceramente, que en un 93% de los casos se encuentren con contratos temporales, siendo grave, no lo es tanto como que a los 40, la temporalidad alcance el 25%. La tasa nacional es la más elevada dentro del ámbito comunitario y afecta a un 30% de los empleos de baja calificación frente al 17% de media en la Europa de los 25. España necesita una reforma laboral que no base sus pilares en medidas inocuas como la de abaratar el despido.
Los contratos definidos
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Jul