No me lo imagino, no. Un bulevar en Málaga. Como en Montmartre, como en Hollywood… Si las avenidas peatonales de los laterales son tan amplias como las de circulación se podrán llenar de terracitas y transformarse en bule-bar. Muy malagueño; festibar, bulebar, carnabar… El Ayuntamiento y la Junta se han puesto de acuerdo para cofinanciar nuestra gran avenida del futuro. Qué bonita va a quedar mi carretera de Cádiz, tan fea la pobre desde que me recuerdo. Ya no seré tan de barrio obrero, viviré junto a un bulevar. Perdón, el Bulevar. Incluso podré olvidarme de decir que soy de Huelin si quiero -que no- porque sin moverme de mi casa, estaré trasladando mi residencia a esa zona comprendida entre la Estación y el Bulevar, a cinco minutos de la playa en chanclas, que todavía no existe, flotante, a varias alturas por tanto bombardeo de obras. Pero pronto, tendré que elegir un nuevo vestuario para pasear por mi nuevo casi no barrio. Aunque, dicen que el proyecto de peatonalizar mi carretera de Cádiz, que yo tanto quería, se ha convertido en un híbrido. Hoy, haciendo la compra, se lo he intentado explicar a la cajera del super. A ella, eso del híbrido, no le convencía demasiado. Decía que le sonaba a gusano rancio. Ciertamente a mí tampoco.
La propuesta de la Junta de anular por completo la circulación de vehículos, se ha topado con la realidad del Ayuntamiento, que tiene que apechugar con el día a día y prevé tráfico. Dice el Consistorio que apostará por reducir la densidad de tráfico y yo no sé qué significa eso en términos de gobierno. Aunque me lo imagino. La Consejera de Obras Públicas, Rosa Aguilar, ha destacado la voluntad de la consejería de dar una respuesta positiva a esta necesidad de los vecinos “porque nos importa mucho que estas barriadas sepan que ponemos su calidad de vida en primer lugar”. No sé si De la Torre estará de acuerdo con ella ni si la cree más que yo. Con un mínimo de fe me gana. No obstante, a él, como mucho, le importará la calidad de vida de las barriadas en segundo lugar, porque la peatonalización se la ha llevado al Centro. Como es lógico. Que uno, de barrio, se lamenta, pero comprende que hay zonas de primera y de segunda en la ciudad. Lo malo es cuando también las hay de tercera o de regional sin preferencia, como en la nuestra, palmo más o palma menos.
Al final, los bolardos pilones se los llevan al Centro. Ya. Desde el día 29 de junio, la gente puede pasear y los conductores autorizados preguntarse si esos bichos mecánicos le agujerearán los bajos del coche. Qué suerte. Un Centro de bicicletas y paseantes al sol de la mañana, con un libro bajo el brazo y el rumor de la brisa marina. Parados pero felices y finos. Qué europeos. Qué turísticos. Podían trasladar el Campus Universitario al Centro y hacer más elegante el paseo con un hilo musical de música clásica.
Pero hay una pega en la ciudad del paraíso. Nosotros, los de barrio. Que también vamos al Centro. Algunos con el perro. Otros, sin camisa. Muchos, con el cordón de oro puesto. La mayoría en moto con muchos caballos. Ninguno con apellido histórico de Málaga. Hablamos muy fuerte y hacemos mucho ruido. Malagueños consuetudinarios y devotos de nuestra condición marginal, impuesta desde que fuimos industriales hace algún siglo y que nos hemos acostumbrado a vivir al otro lado del río. La Málaga burguesa sigue siendo muy pequeñita. Ojalá que llegase a la Carretera de Cádiz. Pero eso, depende de la élite añeja. Quizá el siglo que viene.