Se está llevando a cabo en nuestra ciudad una novedosa muestra cinematográfica, que con el título de Málaga Cinema pretende ampliar el abanico cultural malagueño.
Se anuncia como una “muestra de cine global”, lo que es de agradecer, habida cuenta de la moda que impera en los certámenes nacionales de especificar hasta los límites más insospechados su ámbito, ya sea por estilos, duraciones, temáticas, nacionalidades o presupuestos. Ahora no es difícil de encontrar muestras audiovisuales en las que los requisitos de participación se convierten casi en un listado de deméritos, entre los que se llega a exigir que la producción sea de un coste inferior al que exige el mínimo de calidad. Hay festivales para todos los disgustos, desde los que se empeñan en que salga el mar, que haya alguna relación homosexual en la trama, o que los protagonistas beban un vino de la zona.
El cine es global. Nadie hace una película por ser mujer menor de 25 años con poco presupuesto y nacida en Sudáfrica y si tiene la suerte o desgracia de que la dejen participar en un festival por tales cualificaciones artísticas, será muy probable que se encuentre en un certamen con muy pocos voluntarios para visionar las cintas en la preselección. Esta suele ser la única razón de lo específico en los festivales de cine. Las pocas ganas, presupuesto o tiempo del que dispone un concurso de poca monta para analizar la ingente cantidad de trabajos audiovisuales que pueda llegar a recibir. Si los requisitos de participación se endurecen hasta conseguir que sólo diez o doce películas sean aptas, el concejal de cultura del pueblo se pone la medalla sin tanto esfuerzo del profesor de literatura del instituto, cinéfilo entendido y portavoz del jurado.
Málaga Cinema era necesario. Este proyecto del área de Cultura de la Diputación sirve a la ciudad como vara de medida de lo que es el cine en realidad. Algo que poco tiene que ver con las grandes alfombras rojas y el glamour de otros festivales –igual de necesarios– que suceden en nuestra propia ciudad. Lo uno sin lo otro es falsear la realidad de una industria agonizante que exige que el espectáculo continúe.
El acierto de Málaga Cinema señala a un gran culpable: Juan Antonio Vigar, director del Área de Cultura de la Diputación. Un amante del cine que abre las puertas de Málaga a producciones como las del iraní Bahman Ghobadi –´Las tortugas también vuelan´– sobre la relación de los niños refugiados kurdos con las minas antipersonales o la del austriaco Wagenhofer sobre la escasez de la abundancia –´Nosotros alimentamos el mundo´–, con la inteligencia de dotar de contenido al Certamen de Cortometrajes de la Diputación que tras 8 ediciones naufragaba en la soberbia de considerar su única virtud la mayor cuantía de sus premios. En el primer certamen, el jurado lo conformaban el director de ´Versión española´, la encargada de la compra de producción ajena de Canal Sur y el productor de ´Solas´. Eso significaba promoción, distribución, contactos y apoyo a los premiados… Flor de un año y los siguientes, a cumplir el expediente con un cheque. Con Vigar, por fin, algo parece haber cambiado.
Málaga Cinema
25
Jun